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3 0 2 EL XIV CONGRESO INTERNACIONAL DE FILOSOFIA La solución a estos graves problemas la ve H. G. Gadamer en mantener el ideal de la Ilustración — Au fk lärung — que consiste, ante todo, en que la razón haga una crítica constante de sí misma y de las circunstancias que la condicionan. De aquí la significación del diálogo y de la discusión. Ellos son la tierra de nadie en la que todos pueden darse cita para una mutua comprensión y enri­ quecimiento. Hasta llegar al c on sen tim ien to un iversal que se ob ­ tiene siempre donde la razón realiza con total libertad su propia autocrítica. La conferencia se movió en ese clima optimista, prop io de toda Ilustración, aunque la historia no salga ciertamente fiadora de tales optimismos. Pero muchos pensadores de hoy — entre ellos H. G. Gadamer— no entrevén otro camino para que el hombre de hoy pueda llegar a ulteriores metas y conquistas espirituales. Su duro ataque a toda forma de autoridad doctrinal dejó bien patente que no ha visto la acción histórica de ésta más que desde sus ineludibles deficiencias. 3. Cam b io de ruta en el C on g r e so : el m a rx ism o, tem a central. En el primitivo plan del Congreso ni Marx ni el marxismo en­ traban com o preocupación importante. En Viena y en marzo firma Leo Gabriel, presidente del Congreso, la presentación del primer volumen de las Actas del mismo. Ni en la temática general anun­ ciada, ni siquiera en las secciones particulares de estudio, que ha­ brían de girar en torno a varios nombres, aparece el de Marx. No entraba, por lo mismo, el marxismo com o tema preocupante. Casi habría que decir que ni marginal. ¿Qué pasó, entonces, de marzo a septiembre para que la nave del Congreso pusiese la proa en dirección al marxismo? Porque es innegable que durante el Con­ greso era el tema del ambiente, el tema de la prensa diaria, el tema que en las sesiones plenarias y en muchos coloqu ios y secciones de estudio suscitaba más interés y polémica. ¿A qué se debió ello? Tres motivos podemos alegar. El p rim e ro es el impacto que los 500 profesores de más allá del telón d e acero, todos declaradamente marxistas dentro de sus discrepancias, produ jeron en las esferas de la dirección del Congreso. Pese a sus planes, le fue imposible a la dirección poder soslayar un problema que un número tan consi­ derable de investigadores proponía. Y esto sin citar los marxistas de más acá del telón d e acero. Algunos de ellos, muy contrarios al marxismo soviético, pero muy tenaces defensores de la primacía de Marx com o gran filósofo de nuestra era.

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