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2 7 8 EL MUNDO EPISTOLAR DE ED1TH STEIN estudios, no me opondré». Para la hija significaba, en cambio, una liberación, que describe con la exactitud y poesía bíblicas del «com o pájaro que escapa del lazo». En Gotinga vivirá años de luz y de inmenso entusiasmo filosó fico entre los jóvenes fenomenólogos. La primera Guerra Mundial la sorprende en esa dedicación plena a la filosofía com o oyente de Husserl. El pequeño círcu lo de discípulos será dispersado en direc ciones muy dispares, en un avatar que recuerda la misteriosa frase de Platón, quizá en circunstancia análoga: «Fuimos diseminados por la divinidad com o los árcades por obra de los lacedemonios» (193a). Las jóvenes, también. Edith había sentido desde muy pronto gratitud y devoción a un Estado en el cual los estudiantes eran «h ijos privilegiados». Esta situación de privilegio se manifestaba en las becas, entradas gratis o rebajadas a teatros, conciertos y museos, etc. Le espoleaba tanto el sentimiento de gratitud, que le creaba con flictos éticos, viéndose sin hacer nada por el Estado y sin otra esperanza que la de dedicarle más tarde su trabajo profesional. «Ya hace tiempo que me ator menta la idea de que al presente no hago nada por la patria» — es cribe en una de las primeras cartas que conocem os (3.2.17 - BA 34). Las universitarias organizaron ese servicio según sus posibili dades. Edith se ofreció com o enfermera. Su abnegación en los hos pitales le valdría la medalla al valor. Una vivencia extraña le asaltó por entonces, grabándose profundamente en su ánimo. «Al volver a casa en el día de nuestra movilización, después de un viaje de 24 horas, y apartarme del círcu lo familiar por no poder soportar oirles hablar de cosas indiferentes (e. d., personales), tuve súbita mente esta intuición clarísima: Hoy ha cesado mi vida individual, y todo cuanto soy pertenece al Estado; si sobrevivo a la guerra, la volveré a tomar com o un nuevo regalo. Y no fue esto producto pasajero de unos nervios sobreexcitados, sino que sigue vivo hasta hoy en m í...» (9.2.17 - BA 35). ¿Qué pensaba entonces Edith sobre pueblo, nación, Estado? ¿C óm o se sentía ella, hebrea, ligada a los destinos y al alma del pueblo alemán? La carta citada es bien reveladora. Disintiendo amistosamente de su interlocutor epistolar, muestra la diferencia fundamental que en aquellas cuestiones los separa, a la luz de una frase del polaco, que dice estar «enamorado del alma polaca»... Esto le parece a Edith muy poco. Su relación con la patria germá nica trasciende de raíz la dualidad que supone el enamoramiento. Es una relación por identificación. «Y o no puedo estar más enamo
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