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GERMAN ZAMORA 2 9 1 universal— . Esto lo hacemos, sin duda, unidas. Piense, por favor, que aún hemos de esperar una invitación a ir a Amsterdam, que no podemos declinar, y que conduce no al benévolo Joodsen Raad, sino a las S. S.» (BA 128). Suiza abre entonces las puertas a su esperanza. El único con ­ vento carmelita de clausura en ese país neutral está dispuesto a admitir a Edith, y un convento de la Orden Tercera del Carmen, a Rosa. «Ambas casas se han comprom etido ante la policía de in­ migración a cuidar de nosotras de por vida. Mas la gran cuestión es todavía si aquí obtendremos el permiso de partida, que en todo caso tardará. Personalmente, no me apuraría si no llegara. Que no es una nonada dejar otra vez a una querida familia monástica. Pero lo acepto com o Dios lo disponga» (29.7.42-BA 130). Así leemos en la última carta fechada en Echt. La siguiente, del 6.8.42, indica, com o remite, la barraca 36 del campo de concentración, para jud íos a deportar hacia Alemania, de Drente - Westerborn. La ejecución del plan suizo se demoró demasiado por dificultades in­ ternas y porque Edith no quiso salvarse sin su hermana 6. La Ges­ tapo tuvo tiempo de intervenir y detenerlas (2.8). Desde el citado campo, todavía un telegrama «in extremis» de ambas hermanas al Consulado suizo de Amsterdam: «Por favor, procurar pasemos lo antes posible la frontera. Nuestro convento correrá con los costos del v ia je »... (BA 130). Para Rosa serán también los últimos, apre­ miantes cuidados de Edith en la citada carta del barracón 36. Des­ pués, nada. Un tren que se pierde en la noche. Con una caligrafía menuda y firme traza la última noticia personal de su existencia: «...Mañana temprano parte un tren transporte (¿a Silesia o Che­ coslovaqu ia??). Lo más necesario es: medias de lana y dos mantas... Rosa no tiene ni cepillo de dientes, ni cruz, ni rosario. Yo quisiera tener el tomo siguiente del breviario (hasta ahora he pod id o rezar m a ra villosam en te). Nuestros carnets de identidad y de fam ilia, la cartilla de pan. Mil gracias. Saludos a todas. Su hija agradecida, B.». Subrayamos la palabra «fam ilia» o estirpe (Stamm). Edith Stein vivió y murió ligada a esa realidad primordial, com o hemos inten­ tado destacar, en mayor grado aún que a la realidad vocacional de la filoso fía y sólo en menor que a la realidad ú ltim a : de su vin­ culación a estas dos trataremos en otra ocasión. Germán Zamora Salamanca - La Serna 6. Cf. Sr. T eresia a M atre D e i , o . c ., 223.

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