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2 /4 EL MUNDO EPISTOLAR DE EDITH STEIN sidad irregular ba jo los otros dos, aflorando poderosamente al prin­ cipio y hacia el término de su existencia, pero debido en el segundo caso a las vicisitudes excepcionales que pusieron fin a la misma y zarandearon a los suyos. Como podía esperarse, la autobiografía de Edith Stein 1 confir­ ma aquel aserto. Esa triple proyección cardinal de su vida transpa- rece en las páginas de la misma con contundencia no menor, hasta el punto de que las dos clases de escritos, de suyo dispares, no sólo parecen complementarios, sino paralelos en muchos detalles. La diferencia más acusada y obvia está en que el relato autobiográfico es bastante más variopinto que el epistolar en cuanto concierne a orígenes, infancia y adolescencia, y harto menos rico en datos sobre la edad madura y últimos trances. Una ojeada a la autobio­ grafía será por ello imprescindible para redondear cuanto sabemos p o r las cartas. Por lo demás, el estilo y garbo en la primera es fiel trasunto del pálpito vital, frescura y alegría de vivir típicos de la mañana de la vida: las cartas reflejan, en cambio, un paisaje interior y exterior no siempre tan sereno y mucho menos risueño en general. Punto de mira autobiográfico es no sólo la autora, sino la figura central de su madre, que en el epistolario se esfuma al princip io sensible­ mente, al paso que emerge la presencia de Husserl y otras amistades filosóficas, para reaparecer después. Y el Dios lejano o perdido de raíz para Edith, según la «historia de una familia jud ía», irrum­ pe y se hace inmanencia vivida en muchas cartas, pues la vocación allí tan indefinida en todo menos en el ardor de la verdad buscada, se convierte en el epistolario en encuentro y entrega total a esa Verdad. Por último, estas cartas, escritas innegablemente sin pretensio­ nes autobiográficas o ilusiones de coleccion ism o postumo, reflejan la misma sazón espiritual que la autora de ambas clases de relatos reclamaba com o norma e ideal de quien describa la propia vida: «Quien ose autobiografiarse — pensaba— deberá haber alcanzado una madurez espiritual profunda». ★ ★■+ La más antigua carta publicada que conocem os data del 5 de enero de 1917. Tenía Edith Stein 26 años y era asistente de Husserl 1. 4(15 dem L eben ein er jü d isch en Fam ilie. Herausgegeben von L. Gelber und R. Leuven (Freiburg: Herder Verlag, Löwen: Nauwelaerts, 1965). Sigla en el texto: LJF.

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