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¿88 El. MUNDO EPISTOLAR DE EDITH STE1N causa de las penalidades del año anterior, pero aquí ha cambiado inmediatamente, sintiéndose feliz com o nunca» (13.1.37 - BH 47). Rosa había sido desde siempre la unida a su destino espiritual rumbo a Cristo, su invisible compañera de peregrinación. Es com ­ prensible el júb ilo de ambas al encontrarse por fin plenamente en El. Nada extraño que la nueva cristiana se sintiera auténticamente «reflorecida». «Lo que para ella han significado los días vividos aquí, no podrá sospecharlo sino quien haya compartido largos años de espera y el agobio de vivir en un mundo de mentalidad entera­ mente distinta. Aquí ha renacido del todo» (28.1.37 - BA 97). Volvió a casa, «dejando su corazón en el Carmelo», para vivir en Breslau en soledad de parientes, aunque rodeada de ellos. Al saber la familia que se había hecho bautizar, estalló «la gran tor­ menta», orquestada por Frieda, com o sucesora de la madre en la dirección de los asuntos comunes y custodia celosa de la tradición hebrea doméstica. Sólo la mediación de Erna y de su sobrina Erika logró aplacar los ánimos. Aunque este desarraigo interior del suelo nutricio familiar le era casi insoportable, extraía cora je y alegría de la participación diaria en la vida de la Iglesia local. Repitiendo las proezas matinales de Edith, asistía cada mañana a misa de 5 en la catedral, y el 17 de mayo de 1938 recibió el sacramento de la confirmación. Contemporáneamente, descubrimos ecos de las dificultades que asedian a los niños jud íos en las escuelas; esto llena de cuidado a Edith por sus sobrinos. Desde el otro lado de sus rejas, «donde no se nota en absoluto la lucha brutal de fuera», envía un gracioso saludo epistolar a una sobrina de quien ha sabido que ha tenido «de nuevo» experiencias desagradables en clase. En cambio le pide el pequeño favor de una foto del sepulcro de su madre: «Cuando en abril se ponga la losa sobre la sepultura de abuelita y la tumba quede aderezada, toma una buena foto para m í...» (5.3.37-B A 98). Al Carmelo de Colonia llegan noticias de la tragedia que se está operando en otra rama muy distinta de su familia, en tantos Carmelos españoles víctimas de nuestra revolución en zona roja. ¿E s un aviso? Así parece entenderlo Sor Benedicta de la Cruz, a pesar de que «hasta ahora vivimos en la paz más perfecta detrás de los muros de nuestra clausura. El destino de nuestras coherma­ nas españolas nos indica, sin embargo, a lo que debemos estar dis­ puestas. Los cambios tan radicales que vemos ocurrir más cerca aún, son también un grito de alarma salvador. Mas en todo caso, nuestro deber consiste en respaldar con nuestra oración a aquellas

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