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GERMAN ZAMORA 287 Dios (com o ella recalcaba a menudo) y hecho mucho bien y sopor­ tado mucho mal puesta su confianza en El. Pienso que sus últimos meses... han sido un plazo singular de la gracia, máxime la última temporada en que ya no se preocupa más de la vida exterior; nadie conoce los procesos del alma, sino sólo el Señor» (13.9.36 - BA 91-92). A pesar de todo, se difundió el rumor de una conversión in articulo mortis. Edith sale al paso desmitiéndola categóricamente. «Mi madre se mantuvo firme en su fe hasta el fin». Ocurrió el 14 de septiembre de 1936. El 3 de octubre manifiesta en carta a una supe- riora que la pena por tal muerte se va calmando, pues puede espe­ rar con toda confianza «que Dios la ha recibido pronto para Sí». A pesar de los evidentes peligros en su patria para los jud íos alemanes, la señora Stein murió con la contrariedad de que su h ijo Arno quisiera vender el negocio que había llevado siempre junto con ella, para irse a América, donde estaban ya a salvo su mujer y dos h ijos; desconfiaba mucho de que al otro lado del Atlántico pudiera encontrar un medio de subsistencia. Avida de mantener unidos a los h ijos, la última voluntad de la madre había sido que Frieda ocupara su prop io puesto, dejándose a Rosa los cuidados domésticos. Edith reclama para sí, com o un recuerdo muy precioso, el «Hanna» o libro de preces judías para las varias vicisitudes de la vida. « ¡H a y tantos recuerdos ligados a é l...! De niña hube de buscárselo a madre muchas veces ■—escribe a los hermanos el 17.10.36— . Y cuando fui con ella por primera vez después de mi bautismo al cementerio, rezó primero ella por ese libro y luego me lo o freció abierto en la oración que han de recitar los niños sobre la tumba de sus padres. Ahora he buscado otra vez esa oración y vuelto a hallar la misma fe, que nos es tan connatural y en la que al presente me sostengo. No es ajena al judaismo, sino que, des­ graciadamente, se encuentra en los más muerta por com p leto» (17.10.36-BA 95). Rosa, su única hermana soltera, pasará ahora a ocupar el centro de los desvelos de Edith, vacante por la desaparición de la madre. Rosa anhelaba, com o hemos indicado, el bautismo desde bastantes años atrás; en atención a su madre lo iba demorando. Muerta aqué­ lla, se desvaneció el obstáculo principal y pudo acelerar su prepa­ ración, aunque a espaldas de sus hermanos, «a fin de no causarles nuevo dolor», ya que «aun les aguarda lo peor». La catecúmena se trasladó a Colonia en la segunda quincena de diciembre de 1936. En el Carmelo, a las cuatro de la tarde de la víspera de Navidad, recib ió el bautismo y en la noche santa la primera comunión. «Cuando llegó, estaba aun com o aturdida a

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