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GERMAN ZAMORA 2 8 3 trasponga el horizonte de este mundo, «pues hay aun una inmensa amargura en su espíritu». A una amiga judía, cuya conversión llenó extrañamente de alegría al padre jud ío de la misma, le felicita, recordando tácitamente las escenas tan diferentes que vivió en su casa por el mismo motivo. «Tal alegría — comenta— es señal de que él mismo estaba cerca de la luz y de que ha pasado a la eternidad en la amistad de Dios» (4.10.34 - BA 75). ¿C óm o no invitarla a rogar por su madre «a fin de que también a ésta le sea dado comprender?». En ella piensa, sin duda, cuando incita a H. Conrad - Martius a la lectura de La m u je r eterna, obra de su también amiga Gertrudis von Le Fort. «Consta de tres apartados: la mujer eterna, la mujer en el tiempo, la mujer sobre el tiempo. Esta última es la m a d r e » (17.11.35-BH 39). Edith Stein no duda en ofrecerse com o enlace de amistad entre esas dos insignes mujeres que, con Edith, formaban probablemente el «triunvirato femenino» más destacado en el pensamiento cristiano alemán de su época. Se brinda de intermediaria porque ha descu­ bierto una afinidad maravillosa en las personas y en rasgos de sus obras. De ahí que la amistad pudiera empezar por un simple inter­ cambio de éstas últimas. «Creo que a Vd. le alegraría leer el libro de Gertrudis von Le Fort, La m u je r e te rn a ... Y a ella le causaría Vd. un gran gozo si le enviara su libro sobre las plantas. Vd. misma advertirá qué estrechamente se relacionan ambos. Ya en mi primer encuentro con Gertrudis von Le Fort percibí lo mucho que se le parece a Vd.» (ib.). Desde el 15 de abril de 1934 firma sus cartas con el nombre carmelita de Sor Teresa Benedicta de la Cruz 5. Ha tomado el hábito en el Carmelo de Colonia. Aislada materialmente, por las rejas, de amigos y familiares, los siente más cerca que nunca. Pero mientras los segundos no piensan ni remotamente, a excepción tal vez de Rosa, en visitarla, los pri­ meros menudean por allí: así, Peter Wust, que comentaba certe­ ramente el nuevo nombre de Edith Stein com o el de «la bendecida 5. Sin embargo, el nombre que hará famoso en vicia y aún más en muerte será el de familia: Edith Stein. Recuerda en carta a una priora que San Juan de la Cruz se llamaba, de carmelita calzado, Juan de San Matías, y que Santa Teresa usó el nombre de familia hasta que se trasladó al convento de San José. En la renuncia posterior a dicho nombre habría querido simbolizar la santa la rotura con el pasado: debía desaparecer, por ejemplo, cualquier asomo de orgullo por nobleza o diferencia social. «Sin embargo, el sentido más profundo yace en que tenemos una vocación personal a vivir según determinados misterios» (14.12.34 - BA 78).

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