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2 8 2 EL MUNDO EPISTOLAR DE EDITH STEIN fe de bautismo en católico influirá años más tarde en su arresto y deportación (com o ya antes había aumentado la animosidad de su propia familia contra su conversión). Aludimos a la redada de judeo- católicos holandeses, en la que Edith se verá arrastrada hacia Ausch­ witz y la muerte. En cierto m odo comienza ahora ese último período de su vida. Cuenta 42 años. En la carta citada contrapone la inseguridad de sus parientes a la seguridad que todavía se le garantiza a ella «por todas partes». Ella, en efecto, no debe preocuparse por su puesto docente. ¿L o creía así de verdad? No, sino que sabía perfectamente a qué ate­ nerse. La mano invisible que dejaba en la calle a su cuñado y ame- nabaza a tantos otros jud íos, no la pasaría por alto. Si alguna ilu­ sión se había forjad o en ese sentido, se disiparía muy pronto. En la siguiente carta a H. Conrad - Martius, fechada el lunes de Pente­ costés de 1933, aparece ya de cesante. «N o hay que lamentar — es­ cribe— que no dé ninguna clase más. Creo que detrás actúa una grande y misericordiosa dirección» ( Fiihrung , palabra que Edith usa a menudo, despertando ecos muy distintos de los tan socorridos a la sazón en el país). «H oy no puedo aun decirle — continúa— dónde veo claramente la solución para mí. Es de prever que no seguiré mucho tiempo en Münster». Entreveía una solución para su vida mucho más bella que la académica, mas no se atrevía a revelarla, pues habría de afectar terriblemente a su familia, en especial a la madre. Esta va siendo cada vez más asendereada también por tribula­ ciones de otra índole. Aunque todavía «en plenitud de su salud y vigor», sobre ese tronco familiar repercuten con mella mayor las desgracias domésticas: la muerte le arrebata, por ejemp lo, a su hermano predilecto, que era doce años más joven. ¿Estará lejos, piensa Edith, el tránsito de su progenitora? Tampoco puede estarlo y el temor le llena de preocupación, sobre todo por la salvación de su alma. Cree preciso redoblar por ella la oración antes de que las cosas mismas? ¿Qué paso a nivel se tiende de la fenomenología al cristianismo? ¿Justamente ese buscar lo real sin prejuicios, la cosa como es, la verdad? Arribaron al catolicismo, a través de la fenomenología, M. Scheler, D. von Hildebrand, E. Stein... Eligieron el protestantismo A. Reinach, E. Conriad-Martius... El propio Husserl parece haber llegado al dintel, sin trasponerlo. ¿Qué relación aproxima, en fin, el judaismo y aquellos tres términos? A los interrogantes propuestos puede encontrarse alguna respuesta en la obra de J. M. Oesterreicher, Walls are crum blin g (S even jew ish P h ilosop h ers d isco v er C h rist), New York 1952. (Traducción española: S iete filó s o fo s ju d íos en cu en tran a C risto. Madrid 1961).

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