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El mundo epistolar de Edith Stein Han transcurrido veintisiete años desde la trágica muerte de uno de los discípulos que siguieron a Husserl con más inteligencia y corazón, llamándole «Maestro» hasta el fin y con el doble acento noético - afectivo que tal título ha rezumado sólo en raros momen­ tos de la historia de la filosofía. «Mi querido Maestro». Un poco c o ­ mo Platón a Sócrates, y también com o Aristóteles a Platón — verdad y amistad— , o com o, en respetable lejanía, Vives a Aristóteles, «a quien venero y de quien disiento no sin rubor». Es decir, en la línea genuina del discipulado filosófico. Nos referimos a Edith Stein (1891-1942), aprendiz de fenomenología en la escuela de su funda­ dor, luego disidente del «idealismo» husserliano y puente malogrado entre aquélla y la escolástica. El vigésimo quinto aniversario de su desaparición, al parecer en una cámara de gas de Auschwitz el 9 de agosto de 1942, despertó diversos ecos en el mundo religioso y en el filosófico. Entre los homenajes tributados, probablemente ha sido el principal la publi­ cación de una parte de su epistolario. Aunque parcial por partida doble — por no publicarse todo él y porque, además, las cartas que ven la luz son muy fragmentarias— permite, sin embargo, atisbar de un m odo fehaciente el perfil humano, filosófico y religioso de su autora. Tres son, en efecto, a nuestro entender, los pilares de lo que de­ nominamos su mundo epistolar: fam ilia, filosofía , D ios. Si las car­ tas de un hombre traslucen la imantación esencial y las tensiones de su persona, la de Edith se polarizó inequívocamente en ese haz de direcciones. Más aún, aunque entreverados siempre, su propia vida va desfasándose de ob je to preferente según el orden que asig­ namos a aquellos tres centros de gravedad de la misma. En la primera fase de esa vida D io s pesa tan poco que casi se volatiliza por completo, mientras en la última constituye su autén­ tico p ondu s m eum . La filoso fía llena en interés especialmente los años medios, coincidentes con el com ienzo de su actividad episto­ lar. El elemento familia podría decirse que se subtiende con inten­ 8

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