PS_NyG_1969v016n002p0215_0250

2 4 6 E L H A M B R E E N E L M U N D O D E N U E S T R O S D IA S Todo lo cual viene a desembocar en un crecimiento lentísimo de los precios de las materias primas que exportan los países pobres, o en una baja de precios de las mismas. Otro hecho que oscurece más todavía este panorama es el severo control de áreas comerciales y mercados que restringe las liberta­ des comerciales de los países impotentes, y el monopolio de flotas mercantes, servicios comerciales, restricciones voluntarias o mani­ pulaciones políticas de los poderosos, que arruinan a los más débiles. Durante la reunión de los países del Tercer mundo en Nueva Delhi en febrero-marzo de 1968, exigieron éstos igualdad absoluta en las relaciones comerciales. Estimaban que éstas deben basarse en el respeto a una igualdad absoluta de los países, excluyendo toda discriminación por diferencia de sistemas económicos. Sub­ rayan que la condición indispensable del desarrollo económico es la desaparición de las huellas de colonialismo en todas sus manifes­ taciones. Trataban de mejorar las condiciones del comercio, ampliar la exportación de materias primas, artículos preparados y fabrica­ dos, aumentar el volumen y mejorar las condiciones del financia- miento exterior del desarrollo económico. Pero el círculo de los ricos ha procurado sabotear los acuerdos de Ginebra. El imperialismo del dinero se resiste a la renuncia de sus grandes beneficios económicos y de sus privilegiados mono­ polios. Las naciones industrializadas — como se afirma en la O.N .U .— están tomando medidas difícilmente conciliables con los acuerdos de Ginebra. La política de discriminación comercial constituye hoy uno de los mayores obstáculos para el desarrollo por el que.claman tantos pueblos. Se dice que las naciones ricas están mostrando — casi todas— una falta poco menos que absoluta de conciencia social, porque su espíritu nacionalista y su imperialismo capitalista les impide la visión objetiva de la situación internacional en cuanto a las necesidades y derechos de los países pobres. Entre tantas críticas y reproches, parece indudable que el sis­ tema económico ahora vigente permite que las naciones ricas se enriquezcan cada día más, aun ayudando un poco a las naciones necesitadas; las cuales son cada día más pobres. Estas tienen, pues, el derecho y casi el deber de exigir por todos los medio a su alcance una especie o forma de GOBIERNO MUNDIAL EN EL QUE TODOS LOS PUEBLOS ESTEN REPRESENTADOS y que sea capaz de exigir, de imponer, si es preciso, un reparto más equitativo de los bienes, lo cual viene a constituir una condición indispensable para la paz.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz