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2 4 2 E L H A M B R E E N E l . M U N D O D E N U E S T R O S D IA S y la promoción humana e iniciase a los indígenas en estos métodos, los introdujese paulatinamente en los puestos más responsables, de manera que en un futuro próximo fueran ellos m ismos los res­ ponsables del desarrollo de su propia nación; y hasta se encargasen de formar la mano de obra indispensable para que los cuadros directores se sucedieran sin grandes saltos o vuelcos en el sistema económico. Los técnicos enviados por los países más desarrollados no deben ir a las otras naciones en plan de dominadores, sino de asistentes y colaboradores. Además de su competencia técnica, deben estar imbuidos de un amor desinteresado, «movido por el deseo sincero de construir una civilización de solidaridad mundial» l2. De modo que todas las formas de colaboración deben ir encaminadas a que los países subdesarrollados se enfrenten con sus propios problemas por sí m ismos y movilicen todos los recursos disponibles cuanto antes. En las cu e stion es financieras. Se ha criticado duramente la conducta de los países más desa­ rrollados en lo concerniente a este asunto: durísimos reproches se vienen dirigiendo en particular contra la avaricia e injusticia social de Estados Unidos o mejor contra el modo de proceder de algunos millonarios norteamericanos — tanto individuos como compañías— por el modo como administran sus capitales, invertidos en toda Iberoamérica. Y esto lo vienen haciendo, no sólo Fidel Castro en sus discursos kilométricos y tonitruantes, sino también personas dignas de todo respeto, como sacerdotes, religiosos y hasta obispos, como pudo comprobarse durante la celebración del Congreso Euca- rístico Internacional de Bogotá en agosto último. Se afirma — con datos a la mano— que prácticamente los países más desarrollados vienen a realizar un bloqueo al reciente desarrollo de los menos adelantados para agrandar sus logros materiales. El capitalismo tiende a requerir los recursos de esos países en función de la inversión y del consumo de los más ricos. Hasta ahora la inversión extranjera en los países subdesarrollados no es más que un colonialismo o neocolonialismo, un imperialismo por medio del dinero, una manera de ejercer el control de los medios de produc­ ción ajenos. Es una verdadera explotación financiera con unos be- 12. P a b lo V I , Popiilorum Progressio, n . 73.

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