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234 E L H A M B R E E N E L M U N D O D E N U E S T R O S D IA S salario, puesto que su trabajo los beneficia a ellos mismos: al principio convendría añadirles un pequeño estímulo, menor que el sueldo real, de esta forma se evitará el desequilibrio generador de inflación. No se trata de utopías, sino de medidas basadas en experiencias que se han realizado en Africa: Marruecos, Túnez, Madagascar... Las obras fueron sencillas: irrigación, canalización fácil, despedregar terrenos, plantar árboles, sin necesidad de téc nicos de primera fila. Los resultados dejaron entrever las grandes posibilidades de estos métodos y los mínimos gastos originados. Abogan algunos por que los excedentes actuales de los países más ricos se empleasen en la movilización de las fuerzas dispo nibles del Tercer Mundo: aun en la hipótesis de que no se sumi nistrasen totalmente gratuitos, la solución sería viable, ya porque no representaría un desembolso imposible para las naciones que quisieran poner en práctica tales métodos; ya porque varios de esos trabajadores se contentarían con recibir en lugar del sueldo los sobrantes agrícolas de que se trata. En todo caso se echa de ver la necesidad de una reforma agraria, bien estudiada sobre el terreno, singularmente donde quiera que se dé la plaga del latifundio improductivo: hacer que la tierra produzca al máximo. Mayor dificultad entraña la solución del problema de los para dos urbanos: no ha habido experiencias en este terreno. Se sugiere el trabajo intelectual; centros de formación profesional donde se formara la futura mano de obra cualificada para la industria, la construcción, el comercio. Habrá que ir montando progresivamente la industria nacional: buscar trabajo en el extranjero donde ten drían más aceptación, sabiendo un oficio especializado. Donde esto no fuere posible, se podrían ir montando talleres artesanales hasta que fueren factibles mejores industrias ". 4. L a in s tru c c ió n . Las reservas intelectuales de que disponen esos pueblos son otro recurso sin explotar; y tal vez de grandísima importancia. ¿Hasta dónde podrá llegar la inteligencia del malayo, del hindú, del negro, de! chino, etc.? De ellos, como de los blancos, se puede decir que las inversiones intelectuales son las más fructíferas a 11. A rdant , G., Plan de lucha contra el hambre, Nova Terra, Barcelona, 1965, p. 140.
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