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232 E L H A M B R E E N E L M U N D O D E N U E S T R O S D IA S te de la dureza del trabajo campesino y simultáneamente han au­ mentado los rendimientos. Lo malo de todo esto es que esas me­ joras no se han dejado sentir más que en un corto número de países, los económicamente fuertes; mientras que la mayoría de los demás no se benefician todavía de esos adelantos técnicos. De nuevo llegamos a deducir que es necesaria la cooperación para poner los modernos métodos productivos al servicio de todos los pueblos, y a ser posible, de todas las familias. 3. E l h o m b re . El es el primero y principal factor y agente en este problema, como en casi todos los problemas humanos: con esto no se ha dicho más que un tópico de evidencia al alcance del mismo vulgo. Las dificultades de la cuestión del hambre en todo el mundo son muy grandes: pero se superarían en poco tiempo, si todos los hombres — hambrientos y super-alimentados— aunásemos los es­ fuerzos para vencer a este enemigo, que lo es de todos. Quizá esta última proposición no sea tan evidente como la anterior. Pero es preciso que todos cobremos consciencia de una realidad que nos atañerá a todos, por lo menos a largo plazo, a saber: Las masas hambrientas entrañan un grave peligro para la seguridad del res­ to del mundo; esto es especialmente verdadero hoy en día, puesto que ellas se percatan de la injusta postergación en que se hallan. Añádase a esto la seguridad de que el resultado final será favorable, si la buena voluntad de los hombres consigue que sean explotadas al máximo las posibilidades que se encierran en todos los factores o recursos. Las mayores y más eficaces están concentradas en el hombre; pero muchas se quedan estériles: nos referimos al paro forzoso y más todavía al sub-empleo. Las fuerzas de estos sub-empleados, su capacidad productiva, es de lo que tienen que echar mano los países subdesarrollados, sin esperarlo todo, ni siquiera lo principal, de las ayudas externas, a todas luces insuficientes. Con otras palabras, para vencer el ham­ bre y salir de su miseria, los pueblos deben emplear ya desde ahora lo que tienen más a mano: con lo cual beneficiarán a los nece­ sitados y no perjudicarán a los países ricos. Se trata de métodos apoyados en el medio ambiente, de acuerdo con las necesidades propias, poco costosos, rápidos... que les permitan acortar las etapas de un desarrollo que elimine el hambre. Tal recurso inex- plotado se concretiza en los millones de hombres sin trabajo que viven en el Tercer Mundo.

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