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P E L A Y O D E Z A M A Y O N 227 Y más adelante: «Hay que decirlo una vez más: lo superfluo de los países ricos debe servir a los países pobres. La regla que anti­ guamente valía en favor de los más cercanos debe aplicarse hoy a la totalidad de las necesidades del mundo. Los ricos, por otra parte, serán los primeros beneficiados de ello. Si no, su p r o lo n g a d a a v a r ic ia no hará más que suscitar el juicio de Dios y la cólera de los pobres, con imprevisibles consecuencias. Replegadas en su e g o ísm o , las civilizaciones actualmente florecientes atentarían a sus valores más altos, sacrificando la voluntad de ser más al deseo de poseer en mayor abundancia. Y se aplicaría a ellos la parábola del hombre rico cuyas tierras habían producido mucho y que no sabía donde almacenar la cosecha. Dios le dice: ’’Insensato, esta misma noche te pedirán el alma” » 8. Y por fin: « D is to r s ió n c re c ie n te . Las naciones altamente indus­ trializadas exportan sobre todo productos elaborados, mientras que las economías poco desarrolladas no tienen para vender más que productos agrícolas y materias primas. Gracias al progreso técnico, los primeros aumentan rápidamente de valor y encuentran suficien­ te mercado. Por el contrario, los productos que provienen de los países subdesarrollados, sufren amplias y bruscas variaciones de precio, muy lejos de esa plusvalía progresiva. De ahí provienen para las naciones poco industrializadas grandes dificultades, cuan­ do han de contar con sus exportaciones para equilibrar su econo­ mía y realizar su plan de desarrollo. L o s p u e b lo s p o b re s p e rm a n e ­ c en s ie m p re p o b re s , y lo s ric o s se h a c e n c a d a v e z m á s ric o s . Es decir, que la regla del libre cambio no puede seguir rigiendo ella sola las relaciones internacionales» 9. 6 .° L a e x p lo s ió n d e m o g r á fic a : Después de la clara, precisa y terminante enseñanza pontificia, enunciada solemnemente ante la faz del mundo entero por S. S. el Pontífice felizmente reinante, en la encíclica H u m a n a e v ita e (25 julio 1968), poco o nada nos queda por decir en cuanto a esta causa del hambre en el mundo. Bastará, pues, traer a colación algunos datos, teniendo siempre a la vista, como telón de fondo, la doctrina del Papa, quien con sola esa en­ cíclica, promulgada en tan peculiares circunstancias, ha hecho ya glorioso su reinado. El hecho del crecimiento del género humano es más que evi­ 8 . N. 49. 9. Nn. 57, 58.

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