PS_NyG_1969v016n002p0189_0214

ANTONIO PINTOR-RAMOS ¿09 nuestra experiencia, al menos si se entiende ésta en el sentido vulgar de experiencia de los sentidos, pueda resultar de ahí un conocimien­ to que sea universal y necesario? He ahí el problema. Platón lo solucionará admitiendo por encima del mundo sensible — en sí mismo ¡uj ov — un mundo inteligible — el xóo|lo; vot¡xóc;, el reino del ovtoq ov — ; en el mundo sensible únicamente tenemos la opinión, la Só^a, y únicamente en el mundo inteligible se da la verdadera ciencia, la é^;oT^¡iv¡ ; sólo en cuanto el mundo sensible es imitación y participación del mundo inteligible de las ideas se puede hablar en el mundo de todos los días de ciertos atisbos de ciencia; la labor del filósofo es una labor ascética en la cual, por medio del Ipo; y de la dialéctica, nos ponemos en contacto con el mundo eterno e increado de las ideas, desligándonos del mundo mudable en el que se cumple la ley de Heráclito; esta función del filósofo es una función catártica y únicamente es posible este con­ tacto gracias a la doctrina de la preexistencia del alma y de la rememoración (recuérdese el tan conocido mito de la caverna, por ejemplo). Aristóteles admitirá como punto de partida la experiencia sensible — n ih il est in in te ü e c tu q u in p r iu s f u e r it in sensu , según han traducido los escolásticos una de sus máximas fundamentales— ; ahora bien, el mundo de la experiencia sensible es contingente y mudable y Aristóteles tiene que postular un entendimiento agente — voO; icotíjTtxóc — que tiene la misión de abstraer de lo sensible y particular, para quedarse únicamente con lo universal, del que nace el verdadero conocimiento. Este problema está planteado más di­ rectamente y tiene gran relieve en el pensamiento kantiano, que postula un «a priori» subjetivo y formal: son las formas «a priori» de la sensibilidad en la estética transcendental, el esquematismo de la razón pura y las doce categorías del entendimiento de la analítica transcendental; del mismo modo, el imperativo categórico, también formal, dentro de la razón práctica sobre el que se asentará la ética; no olvidemos nunca que para Kant la «razón práctica» es también ra z ó n y la segunda crítica no sería más que un intento de explicar la conducta moral humana desde los resultados conquis­ tados en la primera crítica. Justamente aquí es donde se coloca la reflexión de Scheler, es decir en lo referente a la ética, y a este problema dedicó toda la sección segunda de D e r F o rm a lis m u s en constante diálogo crítico con Kant. Por razones de hermenéutica interna hablaré de «a priori» material y «a priori» formal, términos cuyo sentido quedará pronto perfectamente claro. Frente a la ética apriórica de Kant, Scheler 4

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz