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S A N T O S G O N Z A L E Z D E C A R R E A 167 de la psique humana. Esto hace impensable una intervención de lo divino, de Dios en estos campos. Segunda, y más importante, la idea de D ios. El contenido del mito es, en definitiva, impensable, porque en él Dios es considerado siempre com o m undo. Y Dios es absolutamente lo no-m undo, el totalmente otro de la teología dia léctica n. LOS ELEMENTOS MITICOS DEL NUEVO TESTAMENTO Supuesta esta noción de mito, de tan amplio contenido, es del todo natural que Bultmann afirme que lo m ítico ocupa un lugar importante en el mundo expresivo neotestamentario. Con todo, re conoce que en el cristianismo prim itivo no encontraron cabida aquellos mitos que son meras composiciones poéticas, juegos de la fantasía, com o son muchos de los mitos griegos, ni tampoco se inte resaron los primeros cristianos por las especulaciones teogónicas o cosmogónicas, cuya finalidad es la explicación del origen de los dioses, del mundo y del hombre. Lo que ante todo preocupa al hombre del NT. es la pregunta por el «hacia dónde», y tiende a comprender el tiempo presente, el ahora, a la luz del fin próximo futuro y de la parusía de Cristo. Pero este futuro cercano es com prendido mitológicamente, dado que no se le concibe com o mero resultado del desarrollo histórico, sino que es esperado com o fruto de la nueva creación que Dios está a punto de realizar. La comuni dad se ve a sí misma com o realidad escatológica, y por lo mismo se concibe mitológicamente, com o resultado de la intervención sal- vífica de Dios en Cristo. Y así, no sólo el fu tu ro, sino también el p r e sen te y el pasado inmediato, la obra de Cristo y su destino, se comprenden y expresan mitológicamente, es decir, com o aconte cimientos que no proceden de las furzas humanas, sino que han sido realizados por Dios de forma prodigiosa, com o resultado de intervenciones sensibles de lo divino en el mundo. En este sentido, el pensamiento cristiano primitivo está lod o él dom inado por el mito. El material con el que se elaboran las distintas representaciones m itológicas procede, en su mayor parte, de la antigua tradición mitológica, reavivada ahora con un nuevo sentido y una sorpren dente fuerza transformadora. Esto es comprensible, pues el supues 22. Véase F. T iieunis, Hermeneutik, Verstehen und Tradition, en Ermeneutica e Tradizione, a cura di E. Castelli, 1963, pp. 263-288.
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