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S A N T O S G O N Z A L E Z D E C A R R E A 1 8 5 sobre los escritos joán icos, se ven obligados a tener presente la gnosis com o posible fondo de diversas expresiones, ideas y temas. Hemos aludido ya a la posición extrema de Bultmann y Schmithals. Entre los católicos, es H. Schlier el que más decididamente cuenta con el in flu jo gnóstico. Sus relevantes comentarios a las cartas a los Gálatas y a los Efesios son la m ejor prueba M. Otros autores, com o P. Benoit, aunque afirman la independencia de los temas paulinos con respecto a la gnosis, incluso en las cartas de la cautividad, reconocen que dicho recurso no se puede rechazar a priori, pues nada hay que prohiba a Pablo inspirarse en las formas de pensar y en los motivos del mundo ambiental 65. Sumamente matizada y crítica es la postura de R. Schnacken- burg: «Pese a toda repulsa básica y fundamental del camino gnós­ tico de salvación, se llegó, en el encuentro del cristianismo con la gnosis, a una aceptación en el ámbito eclesial de determinadas cues­ tiones, términos y categorías de pensamiento. Quien se traba con un oponente, debe encontrar un vocabu lario que le sea asequible, debe golpearle en su prop io campo. Hasta dónde han influido los motivos gnósticos en el joven cristianismo que se ponía en marcha en el mundo helenístico, y hasta dónde han invadido la formación de la cristología, son cuestiones muy discutidas. Pero que el llamado mito gnóstico del redentor ha proporcionado la cristología total de la Iglesia primitiva, es cosa que se debe poner con toda razón en duda de acuerdo con las más recientes investigaciones histórico- religionistas» 66. En la presentación teológica de Cristo hay un tema común a Pablo y a Juan: el tema de los tres estados o condiciones de exis­ tencia por los que pasa Cristo — preexistencia celeste, existencia terrena y existencia glorificada, com o consecuencia de su resurrec­ ción y exaltación— . Hoy no es necesario probar que se trata de tres estados por los que pasa un m ismo individuo concreto, Cristo, a quien se concibe, primero, com o preexistente junto al Padre, des­ pués, encarnado y, finalmente, glorificado. La preexistencia no se afirma directamente de la segunda persona de la Trinidad, sino de Cristo. Tanto en la tradición evangélica preliteraria com o en los mismos evangelios sinópticos no aparece, al menos de forma-clara, 64. Der Brief an die Galater4 (Kritisch-exegetischer Kommentar über das NT, 7), 1965. En el articulo Das Neue Testament und der Mythus insiste en el sentido sim- bölico, de «cifra», que tiene el m ito gnöstico en la época neotestamentaria. 65. Véase P. Benoit, Exégèse et théologie II, 1961. 66 . El gnosticismo primitivo, p. 261.

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