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S A N T O S G O N Z A L E Z D E C A R R E A 1 8 3 Tales son las interrogantes más decisivas que pesan sobre la figura evangélica del h ijo del hombre. Cualquiera que sea la respuesta que se dé, y no existe una res­ puesta válida a priori, se debe reconocer la importancia de dicha figura en la representación que los evangelios ofrecen de Jesús, sobre todo en lo tocante a su función escatológica futura, al final de los tiempos. Personalmente, creo que los dichos evangélicos que hablan de esta función de Jesús com o h ijo del hombre son los más primi­ tivos. Independientemente de su influjo en la predicación de Jesús, que está en parte ba jo la influencia de la apocalíptica, lo cierto es que en la presentación que hace la comunidad este tema apocalíp­ tico desempeña un papel importante. La comunidad iden tificó a Jesús con el h ijo del h om b r e . ¿Qué implicaba esta identificación? Por una parte, lo que podemos denominar mito apocalíptico del h ijo del hombre se ve realizado en un personaje histórico muy con ­ creto, en Jesús de Nazaret, cuya existencia y destino históricos están asegurados por un testimonio directo y controlable. Esto hace que el m ito quede superado y, hasta cierto punto, anulado. Se puede ha­ blar de una rotura de la unidad literaria del mito, que pasa a ocupar una función expresiva, en orden a poner de relieve el sentido ocu lto y profundo de una persona concreta. La comunidad ve realizadas en Jesús las esperanzas de salvación y las funciones trascendentes asignadas al mito apocalíptico. Pero, por otra parte, cabe siempre preguntar: ¿Hasta qué punto esa especulación apocalíptica influyó en la presentación de la misión y de las funciones propias de Jesús? ¿Qué objetividad se puede conceder, p o r ejemplo, a la esperanza, repetidamente expresada en textos del NT., de una segunda venida gloriosa, en función jud icia l? ¿N o podría ser simplemente resultado de la identificación de Jesús con el h ijo del hombre? En algunos escritos importantes del NT. ese aspecto parusíaco parece haber perdido su importancia, en favor de una actualización escatológica. Lo que se esperaba com o momento futuro, se concibe com o realidad presente 60. En principio, resulta difícil aplicar determinadas figuraciones mí­ ticas a un personaje concreto sin que se corra el riesgo de trans­ formar y colorear míticamente a dicho personaje. ¿N o se podría hablar para algunos textos neotestamentarios de una excesiva mate­ rialización y objetivación del significado escatológico de Jesús? En todo caso, tal vez sería prudente tener en cuenta los posibles influ­ 60. Esto se nota, sobre todo, en los escritos joánicos y en las cartas de la cautividad.

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