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MANUEL MUÑOZ 8 5 En mi opinión hubo un problema latente, constante en los tra­ bajos de la sección tercera: ¿A quién incumbe la tarea orientadora? El interrogante se agudizó ya en la ponencia del Dr. Germain, que parecía optar por una autonomía de la orientación profesional con relación a otras tareas afines: ha de ser llevada a cabo por un sicó­ logo preparado para ello de una forma particular. Los numerosos sicólogos que había en la sala defendían más o menos abiertamente que es una función suya. Y para los pedagogos quedó flotando en el ambiente esta pregunta: ¿Qué significado tiene el título de licen­ ciado en Pedagogía, en la especialidad de orientación profesional? Por otra parte, se habló con frecuencia del equipo orientador. Pero no hubo acuerdo en cuanto a los miembros que han de cons­ tituirlo. Y mucho menos quedó dilucidada la aportación exacta del sicólogo y del pedagogo en ese equipo. Este mismo problema, en una perspectiva similar, surgió en la sección segunda, que estudiaba el diagnóstico pedagógico. El ambiente de las sesiones y las mismas conclusiones del con ­ greso reflejan estas inquietudes, que realmente permanecen com o una incógnita a resolver a medida que avancen las ciencias sico- pedagógicas. Quizás los temas más dignos de ser destacados por parte de las demás secciones sean estos dos: En primer lugar, la necesidad de una investigación pedagógica seria y enraizada en las realidades educativas, com o base para crear centros de experimentación. Y en segundo lugar, la defensa de la subjetividad, de la personalidad de cada educando, unida a una concepción integradora de los sistemas educativos en todos los niveles. Estimo que este Congreso ha sido un éxito, a pesar de algunos fallos notables e incluso básicos. La afluencia masiva de congre­ sistas (alrededor de mil trescientos) es un índice claro y objetivo del interés que suscitan los problemas educativos en nuestra so­ ciedad. Por otra parte, el nivel de las ponencias y comunicaciones ha sido en general bastante elevado. No obstante, la cuestión candente del congreso, motivo de dis­ cordias y anomalías, estuvo en la metodología de los trabajos. En la primera sesión surgió la pregunta: si el congreso ha de elaborar unas conclusiones, ¿cuál es el método preferible: escuchar ponencias y comunicaciones (que fueron excesivamente abundantes) dejando un tiempo m ínimo al diálogo, o un trabajo en equipos acerca de las reflexiones provocadas por aquellos trabajos, ofrecidos previa­ mente?

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