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G. DE SOTIELLO 7 3 8. Dese especial relieve a la situación social de la vida humana de m odo que el joven se encuentre preparado para contribu ir a la actividad comunitaria del mundo y de la Iglesia. 9. Partiendo de la base de que toda la filosofía está orientada a la busca de Dios, principio y fin de todo lo existente, la filosofía cristiana asimile la instancia antropológica del pensamiento moder­ no para responder al humanismo ateo con un humanismo cristiano. 10. Los programas de la enseñanza filosófica y teológica que­ den estructurados según las indicaciones que anteceden. 11. Con el fin de obtener una creciente mejora científica de los profesores y una mayor entrega de los mismos a la enseñanza, es deseable una adecuada sistematización personal y económ ica de los mismos. II El Concilio planteó el problema de la filosofía en la Iglesia, pero no lo resolvió plenamente. En el espacio de media hora un cardenal d ijo que se necesitaba mucha más doctrina del Angélico, y o tro car­ denal que mucho menos. Y esta divergencia denota la existencia de un problema que no es permitido orillar. Dos profesores de filosofía de Lublín (Polonia), Kalinowski y Swiezawski, han escrito un librito que contiene el diálogo — nunca m e jor escogido el vocablo— sobre el tema de la filosofía a la hora del Concilio. La primera impresión recogida por estos dos eximios profesores polacos fue la de que existe una inquietante crisis en la Iglesia, que pone en tela de ju icio la cultura, tanto material com o espiritual, incluida la filosofía, producida por Occidente. ¿Cuál es, entonces, el puesto de la filosofía dentro de la vida intelectual del cristianismo en nuestros días? ¿Tiene validez la filosofía para los que poseen ya la luz superior de la revelación? El cristianismo es eminentemente vida y acción; pero es tam­ bién contemplación, dado que toda persona es por naturaleza espí­ ritu y la vida del espíritu es conocim iento y amor. Y ese con oci­ miento no debe ser considerado únicamente com o contemplación sobrenatural. La misma historia del pensamiento teológico cristiano demuestra que acechan dos peligros: el de un espiritualismo deshu­ manizado, que recela de la sabiduría natural, y por otro lado un positivismo que también rechaza la filosofía, dando preferencia a las ciencias particulares y al saber positivo. «E l espiritualismo, en su

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