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7 6 LA FILOSOFIA EN LA IGLESIA POSTCONCILIAR L o qu e a la filo so fía d e b e la Iglesia La Iglesia se fundamenta en la fe. Pero el acto de fe está con ­ dicionado ordinariamente por ciertos motivos de orden racional en el hombre. Es lo que se llama «los preámbulos de la fe», tales com o la existencia de Dios, su perfección infinita, la actitud razonable de quien se presta a buscar la palabra de Dios si hay sólidas razones para creer que ha hablado, etc. Pero no termina la servicialidad de la filosofía a las puertas de la Iglesia. El cristiano es deudor a la filosofía en forma múltiple. No es un caso raro que en las crisis de la fe, el cristiano encuentre un apoyo en la filosofía y logre salvar esos momentos de peligro. Y no es valiosa la filosofía sólo en momento de crisis. Sin filo­ sofía desciende inevitablemente la vida intelectual de la Iglesia y queda empobrecida la comprensión del dogma. «La ayuda más esen­ cial de la filosofía a la Iglesia consiste en que le hace posible la ela­ boración de la forma más alta y más importante de la teología, a saber, de la teología contemplativa, y a través de ella del fomento de la vida cristiana» (p. 71). En el actual empeño de la Iglesia por renovarse, no hemos de olvidar que una renovación pastoral sin teología no es posible. Y la teología postula la ayuda de la especulación filosófica. Resulta indispensable la unión íntima de la filosofía del ser y de la teología. Además la expansión de la mentalidad materialista y tecnicista in­ cluso entre cristianos torna más urgente una vuelta a las fuentes de la metafísica. La filosofía podría ser un punto en que el encuentro con los cris- tiinos de las Iglesias de oriente y de occidente podría facilitarse considerablemente. En la esperada renovación de la Iglesia entra el diálogo ecuménico. Pues bien, el primer diálogo posible entre los hombres se realizaría en el nivel de la filosofía. «La filosofía, el de­ sarrollo de la sabiduría, se nos muestra com o un factor muy im­ portante de este ecumenismo que pide el Papa» (p. 76). Es más fácil que los hombres se encuentren en el nivel de las verdades naturales, accesibles a la razón, que en el de las verdades reveladas, que exigen un acto de fe. Esto quiere, obviamente, una abertura de la enseñanza filosófica, evitando capillismos filosóficos. Por todo ello la filosofía podía ser un lugar privilegiado para el encuentro de los cristianos entre sí y con los no cristianos.

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