PS_NyG_1969v016n001p0003_0036

34 A N A L IS IS DE L A S APORTAS T E O L O G IC A S . h ab ría que conciliar la abso lu ta transcendencia del Dios de Meta- phys. X II con un en tend im ien to que «debe de h ab e r en el alma». Delim itado así lo divino en el hombre, a la vez que d istinguido del Dios de Metaphys. X II, sigue en p ie la necesidad de explicar qué relación pueda h ab e r en tre el en tend im ien to hum ano y Dios. Hay un pasaje en la Etica Eudemia que parece a rro ja r b a stan te luz sobre esta cuestión. Discute Aristóteles las influencias éticas de la buena suerte; al p regun ta rse po r el origen ú ltim o de la sue rte dice: «El ob jeto de nu e stra investigación es éste: ¿cuál es el p rincip io del movim iento en el alma? La respuesta es clara: Dios lo mueve todo en el universo, luego tamb ién en aquélla; todo lo mueve, pues, en cierto modo lo divino en noso tros» "6. Pod ría pensarse que este texto p rueba la identificación de Dios con el en tend im ien to activo: que Dios mueve en el alma y a todo lo mueve lo divino en noso tros, ¿qu é pod rá qu e re r decir sino que Dios e stá en nu e stra alma? El sen tido del texto es muy o tro , como se puede ver en los p á rra fo s siguientes a estas líneas (que no p ro ­ cede com en tar aqu í) y como ac lara sin lugar a dudas el pasaje final del cap ítu lo siguiente, el ú ltim o de la Etica Eudemia: «Pues no es de modo despótico como gobierna Dios, sino como causa final, según la cual la «phrónesis» ordena; y de dos m aneras (se en tiende) la causa final, se ha definido ya en o tra p a rte , puesto que aquél de nada necesita. Cualquier elección, pues, o posesión de bienes n a tu ­ rales, sea del cuerpo, de riquezas, de amigos o de o tro s bienes, que p ro d u je ra la con templación p rincipalm en te de Dios, ésta es la me­ jo r, y la no rm a más estimab le es ésta; pero si alguna cosa, o po r defecto o po r exceso, impide serv ir y con tem p la r a Dios, ésta es mala. Y esto está en el alma, y esta no rm a del alma es la m ejo r, po r p e rc ib ir lo menos posible lo d istin to del alm a en cuan to que es tal» ,l7. Como en Metaphys. X II, 7, Dios aparece en las líneas an te rio res como causa final ob jetiva, fin que de nada necesita, y como m o to r universal. También, pues, el hom b re es movido po r Dios como po r su causa final ú ltim a; con tem p la r y serv ir a Dios es su fin ú ltim o según los pasajes citados. El medio de que d ispone el hom b re pa ra conocer, desear y log ra r su fin es lo que en él hay de divino, su en tend im ien to , que es el su jeto de la «phrónesis» y de la con tem ­ plación “8. Lo que el hom b re logra deseando su fin ú ltim o , es una 116. Et. Eud. V II, 14 (V III, 2), 1248a 25-27. 117. Et. Eud. V II, 15 (V III, 3), 1249a 10-28. 118. Et. Nic. V I, 5 y 7.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz