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J. M .a L A SO G O N Z A L E Z 31 o especie es a la vez causa eficiente y final "°. Venimos en este pun to a roza r la o tra explicación que da Aristóteles del origen del movi­ m iento m ed ian te una fuerza física, incompatib le con las ideas que el m ismo Aristóteles expone al h ab la r de Dios. La explicación al po r qué Dios produce el movim iento de lugar en círculo, y al cómo está presen te en el mundo en cuan to orden, difícilmente puede encon­ tra rse suficientemente desarro llada en el Corpus Aristotelicum . Es necesario, pues, conclu ir que A ristóteles no explica en fo rm a clara y comp leta cómo en tiende las relaciones en tre su Dios tran s ­ cendente y el mundo, al que mueve y o rdena como causa final. Habla de unos p rim e ram en te movidos, seres celestes cuya iden tidad no especifica y es difícil de te rm in a r en la exuberan te e incierta floración de seres celestes que Aristóteles enum era en unos y o tros pasajes. Nada dice sobre la fo rm a en que conocen y desean a Dios aquellos inciertos seres p rim e ram en te movidos. Por fin, el efecto que produce Dios como causa final, movim iento de lugar en círculo, no parece, po r su c a rác te r físico, el efecto más adecuado; sólo se explica atend iendo a la e te rn idad e inm u tab ilidad con que Aristóteles ca rac­ teriza esta clase de movim iento: los p rim eros movidos, movién­ dose en círculos, tende rían a im ita r en lo posib le la inm u tab ilidad en tita tiva de Dios; pero, po r o tra pa rte , donde A ristóteles hab la más expresamen te de los astros, dice que su movim iento en círculo se debe a la p rop ia natu raleza de estos seres celestes. Aquellas dos lagunas y esta apo ría, en la explicación de las relaciones en tre Dios y el mundo, hacen que el Dios tran scenden te de Metaphys. X II apa­ rezca como un ser p rác ticam en te superfluo en orden al mecanismo cósmico; recordemos, además, que las ideas de providencia y c rea ­ ción son to ta lm en te ajenas a este esquema teológico de Aristóteles. Sin embargo, y a pesar de esto, la existencia de este Dios es demos­ trad a po r Aristóteles a p a rtir de la experiencia. En resum idas cuen tas, Aristóteles encon tró necesaria la existen­ cia de un Dios perfecto, al con side ra r el orden del cosmos y la gradación ontológica de los seres que conoce el hom b re como buenos en sí mismos; pero, tra s de lim itar la natu ra leza del ser óptimo, no encon tró la fo rm a adecuada pa ra explicar la rea lidad camb ian te p a rtiendo de él, sin que esto dep reciara su p len itud de ser. 110. M eta p h y s. V I I , 9, 1033b 29 y ss., 1034a 21-26, y I X , 8, 1049b 24 y ss.

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