PS_NyG_1969v016n001p0003_0036
3 0 A N A L IS IS DE L A S APORTAS T E O L O G IC A S . Pues el p rim e ro de los cambios es el de lugar y de éste el circu lar; y a éste mueve aquél» l03. Y con tinúa Aristóteles, concluyendo que el p rim e r m o to r existe como ser ab so lu tam en te necesario, que de él depende el cielo y la natu raleza toda, y que su vida ha de ser la m e jo r que alguien pueda pensar y desear. De donde la raíz de toda perfección de Dios es su se r en acto inmu tab le, y lo que, en consecuencia, conocen y desean los p rim e ram en te movidos será el e s ta r en acto con la máxima inm u tab ilidad que esté a su alcance. De ah í que los p rim e ram en te movidos camb ian ún icam en te en cuan to al lugar y no en cuan to al ser, y que el p rim e r movim iento sea el de lugar en círculo; de ahí, tam b ién , que explique Aristó teles la m ayor comp lejidad de los movim ientos circu lares de los p lanetas, respecto al movim iento simple de las estrellas fijas, en p roporción con la d istancia al p rim e r m o to r l04. Y esto, no sólo en el mundo celeste, sino tam b ién en el mundo de la generación y corrupción : son con tinuas y nunca acabarán ; es m e jo r ser que no ser y po r eso todas las cosas apetecen el ser; pero como po r e sta r alejadas muchas de ellas del principio, no pod ían pe rm anecer en el ser, Dios compensó esta deficiencia haciendo la generación con ti nua, a semejanza del movim iento c ircu la r 10s. De modo sim ilar se expresa Aristóteles en el De anima al explicar la rep roducción : la ún ica m anera de que los seres vivos pa rticipen de la perm anencia en el ser pecu liar de lo divino es m ed ian te la rep roducción 106. Y en el mismo sen tido se ha de en tende r la perenne transm u tación recíproca de los cua tro elementos ,07. Esta perm anencia en el ser del mundo de la generación y co rrupción es a tribu id a en más de una ocasión al influjo del movim iento con tinuo de los a stro s lcs. De este modo se explicaría la presencia en el m undo del Dios tran scenden te que ni crea, ni conoce, ni gob ierna al mundo, y sin embargo lo ordena. Pero a esta explicación, que sin duda se en cuen tra en el Corpus A ristotelicum , se opone la función que cons tan tem en te a tribuye Aristóteles a la naturaleza: si los a stro s se mueven en círculo, es po rque tal movim iento es el suyo n a tu ra l 109; y si la generación y co rrupción son perennes, es po rque la forma 103. Metaphys. X II, 7, 1072b 4-10. 104. De cae. II, 2, 292a 16 y ss. 105. De gen. et corr. II, 10. 336b35 y ss. 106. De an. II, 4, 415a 30 y ss. 107. De cae. III, 6. 108. Ver en particular Degen. etcorr. II, 10; Metaphys. X II, 5, 1075a 15-16; 6, 1072a 9 y ss.; 7, 1072b 3-4. 109. De cae. I, 2 y 3.
Made with FlippingBook
RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz