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J. M .a LA SO G O N Z A L E Z 29 Po r o tra parte, si Dios no crea, ni conoce, ni gobierna el mundo, ¿cómo está p resen te de algún modo en cuan to orden? 98. Ambas cuestiones están en tre sí estrecham en te relacionadas, como vere­ mos; po r tan to , in ten ta rem o s en con tra r explicación a Ambas a la vez. Si los seres celestes inm ed iatam en te movidos po r Dios se mue­ ven al conocerlo y desearlo, ¿qué es lo que desean de Dios? Deseo, según Aristóteles, es la inclinación a lo que es conocido como ag radab le y bueno 99; el conocim iento y el deseo hacen que un ser se mueva a sí m ismo en busca de lo que conoce como ag radab le 10°. Según estas nociones, fundam en tales en la psicología de Aristóteles, se ha de en tende r el origen del movim iento en los seres celestes que conocen y desean a Dios. La vida de Dios es, en efecto, p resen tada como la más ag radab le que es dado pensar y desear 101. Los seres celestes, supuesto que co­ nocen la vida de Dios, tra ta rá n de conseguirla p a ra sí; serán movidos a rep roduc ir en sí la vida au tónom a, inm u tab le y óp tim a de Dios y, po r tan to , a no pensar en sí m ismos, sino en Dios, se r óptimo, po r ser ob jeto m ejo r que ellos m ismos. Esta, que es la conclusión lógica, no parece ser la que saca Aristóteles. Aristóteles concluye que, po r conocer y desear a Dios, los seres celestes se mueven con el movim iento p rim e ro de todos, el movim iento de lugar en círculo. Según esto, el movim iento de lugar en círculo sería considerado po r Aristóteles como an te rio r incluso al conocim iento de algo, po r lo que éste implica de cambio 102; parece, sin embargo, duro de en­ tend e r esto; y, po r o tra pa rte , no hay pasaje en que Aristóteles lo afirme expresa y literalm en te. Un cam ino d istin to p a ra explicarnos p o r qué Dios, como ob jeto de conocim iento y deseo, produce en los movidos un movim iento de lugar en círculo, lo sugiere Aristóteles con estas pa lab ras: «Cierta­ mente, si algo se mueve, es posible tam b ién que sea de o tra m a­ nera, de tal modo que si el p rim e r movim iento de lugar es acto, en cuan to se mueve es posible que sea respecto a sí m ismo de o tra m anera en cuan to al lugar, aunque no en cuan to al se r («ousían»). Y puesto que hay algún m o to r que es inmóvil en sí m ismo, e stan ­ do en acto, éste no puede en modo alguno se r de o tra m anera. 98. Metaphys. X II, 10, 1075a 11 y ss.; 7, 1072b 3-10. 99. De an. II, 3, 414b 3 y ss. 100. De an. I ll, 9 y 10. 101. Metaphys. X II, 7,1072b 14 y ss. 102. Asi lo interpreta G. A. Lindbeck, A note on Aristotle’s Discussion of God and the World, en Review of Metaphysics (1948), p. 103.

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