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J . M .a L A SO G O N Z A L E Z 27 el cielo son las esferas 87, que a rra s tra n en su movim iento a los astro s, y no los a stro s m ismos “ , ¿qu iénes serían los seres que tend rían al p rim e r m o to r como ob jeto de pensam ien to y deseo, los a stro s o las esferas? Ni cabe responde r acudiendo a unas supuestas almas que movieran las esferas, si se tiene en cuen ta que a Aris­ tó teles le parece excesivo el trab a jo que tend ría que desa rro lla r un alma p a ra mover el cielo, movim iento que po r lo demás ya es de po r sí n a tu ra l y, po r tan to , necesario 89. No puede ex trañ a r que el De cáelo haya servido como arsenal de textos p a ra toda la gama de explicaciones dadas a la relación en tre el m o to r y los movidos. Lo ju sto , sin embargo, es acep ta r como no definida la po stu ra de Aristóteles en el De cáelo en cuan to a este prob lem a; al menos como explicación acep tab le de la cuestión tal y como queda pend ien te en Metaphys. XII. Se pod ría juzga r im pe rtinen te el trasegar po r el Corpus Aristo- telicum buscando explicación a una cuestión de Metaphys. X II, que A ristóteles parece so lucionar en el cap ítu lo octavo del m ismo Me­ taphys. X II: en este cap ítu lo Aristóteles afirma que las cua ren ta y siete o cincuen ta y cinco esferas, necesarias p a ra explicar los movi­ m ien tos de los astros, son movidas po r o tros tan to s mo tores inmó­ viles de natu ra leza sem ejan te 90 a la del p rim ero ; subo rd inados de algún modo estos m o to res al p rim ero , p roducirían cada uno en su esfera el movim iento ete rno en círculo 91. Sin embargo, el cap ítu lo octavo de Metaphys. X II no explica cómo el p rim e r m o to r es ob jeto de pensam ien to y deseo; es algo que sob ra, si tenemos en cuen ta las dificultades que surgen al in­ te n ta r com pag inar este cap ítu lo con los restan tes del libro 92. Si los cincuen ta y cinco m o to res de las esferas movieran al conocer y desear la vida del p rim ero , serían como almas de las esferas; pero entonces queda sin explicar, que Aristóteles no señale o tro funda ­ men to de je ra rq u ía en tre el p rim e ro y los demás que su m isión de mover el p rim e ro la p rim e ra esfera, el segundo la segunda y así 87. Aristóteles en el De cáelo sigue la teoría de las esferas concéntricas con polos y direcciones de giro recíprocamente inclinados; la queideóEudoxo y corrigió Calipo, como solución a los problemas que dejóplanteados Platón sobre los movi­ mientos aparentemente errantes de los planetas. Cfr. P. Duhem, Le système du monde (Paris 1913), pp. 92 y ss. 88 . De cae. II, 6 y 8. 89. De cae. II, 1, 284a 27-31. 90. Metaphys. X II, 8, 1073a 14: «toiaúten». 91. Metaphys. X II, 8, 1073b 1-3. 92. Cfr. W. D. Ross, Aristotle’s Metaphysics (Oxford 1958), vol. I, Introduction, pp. CXXXV-CXLI,

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