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26 A N A L IS IS DE L A S A P O R IA S T E O L O G IC A S . movidos ba jo su influjo 82. No hay, po r tan to , base suficiente p a ra explicar, m ed ian te las ideas del De philosophia, la apo ría que p lan ­ tea Metaphys. X II sobre quiénes son los seres movidos po r Dios como ob jeto de conocim iento y deseo. En el De cáelo, con im po rtan tes enm iendas respecto a lo encon­ trado en el De philosophia, se p lan tea la m isma cuestión. Habla Aristóteles en alguna ocasión de vida en el cielo; sugiere en alguna ocasión la existencia de algún ser trascenden te; pero nada dice de cómo pueda influir ese ser trascenden te en los seres celestes vivos; ni siqu ie ra hab la de que influya en ellos. En efecto, hab la del «éter» como qu in to elemento divino de que están fo rm ados los a stro s y dice que el movim iento pecu liar de este qu in to elemento es c ir­ cu lar; pero sob re la base física de su teo ría del movim iento no dice que el movim iento en círculo de este qu in to elem en to sea volun­ tario ; su movim iento en círculo es n a tu ra l: es lo que den tro de la con tex tu ra n a tu ra l del universo le hace posible como elemento dis­ tin to de los o tro s cua tro elementos. De ahí parece in ferirse que no considera Aristóteles en el De cáelo al «éter» (al con tra rio que en el De philosophia) como origen de la vida y de la capacidad de cono­ cer, aunque siga considerándo lo divino 83. Po r o tra parte, Aristóteles hab la tamb ién en el De cáelo de la vida en los seres celestes, como algo que hay que d a r po r supuesto , si queremos explicarnos el cielo y su complejo sistema de ro ta ­ ciones Po r fin, hab la Aristóteles en una ocasión, en fo rm a de digresión, de algo que puede ex istir a jeno al lugar y al tiempo, «viviendo la m ejo r y más autosuficiente de las vidas» más allá del más extremo movim iento 8S. En o tro pasaje parece ind icar, que el cielo se mueve n a tu ra lm en te en círculo y tiene fo rm a esférica, pose­ yendo de este modo movim iento eterno , po rque es divino y el acto de Dios es inm o rta lidad “ ; de donde parece deducirse que el cielo im ita el acto de Dios. Pero en ningún pasaje dice A ristóteles que Dios mueva como causa final. Además, si quienes se mueven en 82. De ahí la variedad de soluciones dadas a este problema y en general a la teología de Aristóteles en el De philosophia. Puede verse un resumen de las solu­ ciones presentadas a esta cuestión en J. Pépin, Théologie cosmique et théologie chrétienne (Paris 1964), pp. 242 y ss. 83. De cae. I, 2 y 3: sobre la naturaleza y propiedades del «éter», elemento divino de los seres celestes, cuyo movimiento natural es circular. 84. De cae. II, 2, 285a 29; 12,292a16-21.Sealudede paso, ycomo supuesto no discutible, a la vida del cieloen elprimerpasaje y de losastros en elsegundo. 85. De cae. I, 9, 279a 17-22. 86 . De cae. II, 3, 286a 9-13.

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