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J. M .a L A SO G O N Z A L E Z 25 necesario en tende r que Dios es conocido y deseado po r esos seres a los que mueve d irectam en te. Pero ¿a qué seres concretam en te se refiere Aristóteles en esta afirmación? Que se refiere a seres celestes parece ser la opinión unán im e de los com en taristas, tan to de los an tiguos como de los actuales 79, y hay fundam en to suficiente en el Corpus Aristotelicum p a ra así entenderlo . Pero, de en tre los seres celestes de que hab la Aristóteles, ¿cuáles son los que conocen y desean a Dios? ¿Todos los a stro s? ¿Algunos so lamente? ¿Las esferas en que estos a stros están incard inados? ¿Las almas de los a stro s o de las esferas? ¿E l éter, elemento divino de que esta ría form ado el cosmos celeste? ¿Los mo tores inmóviles de que se hab la en Me- taphys. X II, 8? Po r los fragm en tos que se conservan del De philosophia, en esta ob ra hab la Aristóteles del «éter» como de un qu in to elem en to divi­ no cuyo movim iento pecu liar y voluntario sería el g ira r en círculo sobre sí mismo. De este elemento divino procedería la capacidad de p en sa r p a ra los seres que la poseen; en tre éstos e sta rían , an te todo, los astros, constitu idos po r este divino elemento y, po r lo m ismo, capaces de conocim iento, de sen tido p a ra lo que es su bien, y de movim iento vo lun tario en círculo; con su movim iento reg irían la activ idad del mundo de la generación y corrupción . In teg rado el universo po r el con jun to de los astro s, Aristóteles vendría a lla­ m arlo an im al «logikón» inm o rta l, dios visible n a tu ra l, a diferencia de los dioses hechos po r la mano del hom b re, y pan teón que contiene todos los dioses Habla po r o tra p a rte Aristóteles de Dios y de lo divino como realidad artífice del orden del universo, y como realidad m ejo r que cualqu ier o tra e inm u tab le 8I. Surge espon tánea la ten tación de explicar esta doble m anera de h ab la r de lo divino en el De philosophia, m ed ian te doctrinas del Metaphys. X II: la realidad óp tim a e inm u tab le o rdena ría el cosmos, moviéndolo como causa final ob jetiva; los astros, in teligen te y vo­ lun ta riam en te , se moverían en círculo pene trados po r aquel qu in to elemento divino. Pero en el De philosophia no se alude a la causa­ lidad final de alguna realidad p rim e ra , ni siqu iera aparece cla ra la trascendencia de una sup rem a realidad respecto a los seres celestes 79. J. Paulus, La théorie du Premier Moteur chez Aristote, en Revue de philoso­ phie (1933), pp. 266 a 276, 286 a 290, 401 (n. 9) y 422 (n. 39). Cfr. J. Owens, The reality of the Aristotelian separate movers, en Review of Metaphysics (1950), p. 323. 80. W. D. Ross, Aristotelis fragmenta selecta (Oxford 1958). De philos, frags. 14, 19 y 20 a 27 ambos incluidos. 81. Ibidem, frags. 12b, 16 y 19c.

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