PS_NyG_1968v015n003p0433_0437

436 T E O L O G IA Y S O C IE D A D ciones sociales del hom bre. El autor opina que el «orden de la creación » es un con cep to de escasa utilidad teórica, ya que ha sid o destruido p or el pecado. Este orden creado no puede servir de base para la interpretación de la voluntad divina o de las norm as inherentes al plan divino. El p roble­ ma consiste ahora en establecer el paralelismo y la corresponden cia entre el orden existente y lo «establecido» p or Dios. La intención creativa de Dios, en la actualidad, solamente se muestra a través de su acción conservadora. Pero esta intervención sustentadora de D ios se mantiene oculta, solamente aparece com o soporte de la «indeterm inación » de las instituciones sociales. Las referencias bíblicas sobre instituciones sociales básicas (Gen. 1, 27; 2, 18) o las normas del decálogo (Ex. 20, 1-17) y las instituciones correlativas del Nuevo Testamento (Me. 10, 2-12; Le. 12, 13-21; 1 Cor. 7; Rom . 13, 1-7) no intentan establecer instituciones sociales permanentes. Según Schulze, los pasajes bíb licos solamente definen «actitudes» frente al reino de Dios y regu­ lan las relaciones del h om bre con Dios en virtud de la «alianza». La doctrina neotestamentaria sobre el divorcio, la propiedad, el recon ocim ien to de la autoridad, no deben entenderse com o norm as de estructuración social, sino com o exigencias concretas del reino de D ios, de un «reino» que se define p or su dim ensión escatològica y p or lo m ism o, con carácter de perentoriedad en su form a actual hasta la «parusía». La ética social del evangelio se ajusta al m étodo de la casuística, según la exigencia del m om en to frente a la alter­ nativa de Cristo; conm igo o contra m í. Querer convertir esta doctrina en un sistema de ordenación política, econ óm ica o social es generalizar «dedu c­ tiva y silogísticam ente» conclu siones desfasadas de la irreversible situación que las m otivó. Para que la doctrina social evangélica pueda constituirse en norm a perenne de actuación humana, tendría que coin cid ir el «orden social» con el cen tro del «kerygm a», es decir, tendrían que corresponderse el «reino de D ios» y la sociedad civil com o el anverso y reverso de la m isma realidad. Pero esto no es así y no pueden extrapolarse conclusiones, válidas para las relaciones entre el cristiano y Dios, a las relaciones sociales. El cristiano solamente puede interpretar la voluntad de Dios a través de la fe y partiendo de su situación concreta. Su actuación puede ser constructiva o destructiva, ya que el análisis fen om en ològico de la realidad n o perm ite descubrir n or­ mas absolutas. El problem a de la «ob jetiv ida d » se resuelve ahora en un p roblem a de fe, con el riesgo de una deficiente interpretación de su m om en to h istórico. Al cristiano se le confiere así el privilegio y el riesgo de intervenir responsablem ente en la configu ración del orden social. Esta intervención responsable y arriesgada es la base de la ética social. Efectivam ente, la ética social de Schulze no es un p roblem a de acata­ m iento de leyes divinas o de la «ley natural», sino de la obediencia de la fe. N o se trata de ajustar nuestra actuación a norm as establecidas, sino de adoptar decisiones con form es al criterio de nuestra fe, com o respuesta a los designios divinos. Es entonces cuando la actuación humana se sublima y se convierte en artífice de un orden social, ajustado a la dinám ica del «reino de Dios». El cristiano se inserta en el reino de D ios a través del p roceso espiritual de la fe, pero actúa, a través de su dim ensión temporal, en la «ord enación » de las cosas sociales. En el cristiano convergen dos «rei-

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz