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S E R A P IO F E R N A N D E Z 4 3 5 y providencia del mundo, pero esta acción es sustentadora de la radical inde­ term inación del p roceso social. Es el cristiano quien configura las institu­ ciones sociales. Pero estas instituciones sociales no vienen insinuadas p or el «orden de la creación », que fue destruido p or el pecado, sino p o r las exigencias concretas del m om en to presente. Aunque la decisión del cristiano y su colab ora ción tiene el carácter de una «respon sabilidad», de una respuesta a ese encuentro de Dios p o r m ed io de la fe. Por eso el autor insiste tan decididam ente en el con cep to de «orden». Y lo expone detenidamente, en form a de tesis, para m ayor claridad. Tesis prim era: No existe ningún orden social absoluto y supratemporal. No hay con cep to «o b jetiv o» de la sociedad, sino mutabilidad histórica. No hay, p or consiguiente, un orden social norm ativo, ni una «societas humana» constante, a través de los cam bios sociales. No hay tam poco un orden m o­ ral, e con óm ico y p olítico prefijado. El con cep to de «ord en » debe concebirse com o radical adaptación, com o «p osibilidad » de ordenación. La realidad so­ cial adopta la form a dinám ica de una interacción, que va configurando, con ­ form e a leyes m isteriosas, nuevas form as de institucionalización social. El orden no es algo que se nos da hecho, sino algo que tenemos que hacer, es un quehacer y un ejercicio del título de señorío que Dios confiere al hom bre en el Gen. 1, 27. Este quehacer del cristiano es la exigencia de la «respon sabilidad» o respuesta a ese encuentro con Dios, p or m ed io de la fe, traducida en decisiones personales de «ordenación social». La acción con ­ servadora de Dios es radicalmente innovadora, revolucionaria, porqu e es im pulso que el h om bre modela en instituciones nuevas, más con form es a las exigencias humanas del m om en to presente. La actuación humana orientada hacia ob jetiv os futuros hace del h om bre un instrumento y un mandatario de renovada ordenación de la sociedad humana. Tesis segunda: Los órdenes sociales no pueden considerarse «naturales» en niguna etapa de su desarrollo. La sociedad es un con jun to de fenómenos, de resultados, no una com bina ción estable de causas, cristalizadas en la «Naturaleza». Ni siquiera esas form as sociales más estables pueden con si­ derarse, según el autor, com o instituciones «naturales». No existe un estado de «integridad», ni un orden esencial originario de norm as y derechos. La duración de ciertas instituciones sociales solamente viene determ inada p or necesidades más permanentes del hom bre, p ero n o p o r su proxim idad al «plan de la crea ción ». Este nos es descon ocid o. Y la interpretación de los fenóm enos sociales tiene que valerse de categorías «sui generis», com o son la función social, el papel social, las necesidades humanas. Es decir, lo que da vigencia a las instituciones sociales es el hech o de estar en «fun ción de», al servicio del h om bre y esta vigencia siempre es relativa, porqu e nuestro m ed io social cam bia incesantemente y las situaciones nuevas requieren solu­ ciones nuevas. Ninguna puede considerarse com o im prescindible, ya que el hom bre tiene una capacidad de adaptación insospechada. Esta flexibilidad radical del hom bre hace innecesaria la con sideración estática del orden social y acentúa el p roceso dinám ico de los cam bios sociales b a jo la intervención configuradora del hom bre. Tesis tercera: Lo «estab lecido» p o r D ios debe distinguirse de las institu

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