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J. CALASANZ GOMEZ 347 Pío XII con su habitual energía: (el periodista católico) «se guar dará siempre de "hacer” la opinión; más bien ambicionará servirla». La coacción, el espíritu regionalista —el geográfico y el mental— , la demagogia son medios deshonestos a la hora de informar al pú blico. Como se ve, la opinión pública es susceptible de una deforma ción poco honorable. Entonces, ya desde el punto de partida, hay que esclarecer el contenido y el ámbito de la misma. ¿Qué es la opinión pública? Pío XII nos ha dejado una definición descriptiva, en su discurso al Congreso Internacional de la Prensa Católica (17-11-1950): «La opinión pública es el patrimonio de toda sociedad nor mal, compuesta de hombres que, conscientes de su conducta personal y social, están íntimamente ligados con la comunidad de que forman parte. En fin de cuentas es, en todas partes, el eco natural, la resonancia colectiva, más o menos original, que encuentran los sucesos y las situaciones del momento en lo que respecta a su espíritu y capacidad de juzgar las cosas. Allí donde no apareciera ninguna manifestación de la opinión pú blica, allí, sobre todo, donde hubiera que registrar su real in existencia, sea cualquiera la razón de ello, se debería ver un vicio, una enfermedad, una dolencia de la vida social». La sociedad normal está enraizada en un ambiente que ha ele vado ciertas ideas dándoles prestigio y popularidad. El Concilio, al analizar los signos de los tiempos, subraya y glosa la «novedad» de este período histórico que se caracteriza por los cambios pro fundos y acelerados y por la dimensión universal de estos cambios. Estas transformaciones son el resultado de la técnica moderna, pero proyectan luego su luz o su penumbra sobre la convivencia humana. Es decir, infunden una savia nueva a todas las manifestaciones de la vida actual. La transformación de las condiciones de vida, el pro greso de las ciencias biológicas, las nuevas estructuras científicas y sociales imprimen un sello específicamente moderno y actual —es decir, notable— en la vida personal y en las relaciones del hombre con su contorno. La técnica ha roto las fronteras localistas de modo que el suceso cotidiano adquiere categoría de suceso mundial, mer ced al poder difusivo de los medios de comunicación. Y estos cam bios condicionan, modifican y moldean la opinión pública. Los cambios radicales de la época actual no afectan únicamente a un pueblo. Son, en virtud de la intercomunicación informativa, patrimonio de todos los pueblos. La sociedad normal puede venir
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