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342 LA OPINION PUBLICA EN LA IGLESIA riqueciclo llamando a una leal colaboración a hombres prudentes que, desde otros ángulos de la vida política y religiosa, han expuesto libremente sus ideas sobre problemas como la convivencia política, la carrera de armamentos, la pluralidad confesional religiosa y la paz. La actuación de Pablo VI en la sede de la ONU demuestra pal­ pablemente las posibilidades de todo orden que reporta la actitud abierta de la Iglesia. La figura de Juan XXIII, premio de la Paz y el discurso de Pablo VI en Nueva York han creado un clima de opinión pública favorable a la total integración de ¡os hombres en la convivencia pacífica. En una sociedad cerrada, al viejo estilo, la opinión pública tenía una proyección territorial y localista, sin posibildades de expansión a gran escala. 2. Sentido de solidaridad. La difusión de las ideas y la infor­ mación sobre el acontecer mundial al día son una toma de concien­ cia de los problemas urgentes de esta hora. El hombre moderno se acerca a los hechos con un hipersensibilizado sentido crítico y se responsabiliza, con una sinceridad ejemplar. En rigor, se hace soli­ dario de ¡os pueblos que sufren y viven en condiciones inferiores. Las inundaciones en Italia, el hambre en la India, los terremotos en diversas naciones —cualquier tipo de desgracia, en fin— encuen­ tran un eco en la conciencia del hombre moderno que acude ge­ nerosamente en ayuda del prójimo. La injusticia social provoca toda clase de protestas y reivindica­ ciones. Es el caso típico del colonialismo, del subdesarrollo y de la guerra. De hecho, siempre hubo injusticias en el mundo y la política internacional fue dirigida entre bastidores por la ambición y el egoísmo de los poderosos. Siempre hubo «juego sucio» sobre la mesa de los grupos de presión. En la práctica, no se puede afir­ mar el triunfo de la justicia en toda línea. Pero, por lo menos, hay una mentalidad que lucha contra la injusticia en todas sus formas. Gran parte de los conflictos actuales encuentran su explicación en la resistencia compacta, comunitaria y disciplinada frente al abuso del poder, de la riqueza y de la publicidad. La tarea de la Iglesia frente a la complejidad de los problemas laborales, políticos y religiosos requiere la abnegada y entusiasta colaboración de todos sus miembros. Es urgente orientar la opinión pública para restablecer las normas objetivamente válidas y perma­ nentes del derecho natural. Y esta tarea no tolera el confusionismo ni las divisiones mezquinas. Los seglares pueden contribuir de un modo eficaz a esta empresa común de formar la opinión pública.

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