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J. CALASANZ GOMEZ 371 jerarquía eclesiástica... todo esto es válido tan sólo dentro de las fronteras que el amor mismo de la Iglesia ha trazado». El periodista católico merece un voto de confianza. La Oficina Central de Prensa del Concilio obró juiciosamente al dar amplio acceso a las fuentes de información a todos los periodistas y, en particular, a los periodistas católicos. Lo que interesa, para el fu­ turo, no es contar con un portavoz oficial del Vaticano, sino con «la colaboración y responsabilidad de los periodistas católicos, tan­ to de los periódicos católicos, como no católicos». La visión del Cardenal parte de los supuestos más realistas de la convivencia. Es, a no dudarlo, importante disponer de Radio Vaticana. Pero lo ideal sería poder contar con periodistas católicos en todos los periódicos y emisoras de radio del mundo. Conviene apuntar que dichos cató­ licos deberían actuar como periodistas católicos sin intentar en modo alguno «transformar dichas estaciones en católicas», lo que supondría un error de perspectiva. De lo que se trata, en definitiva, es que el mensaje cristiano sea recibido sin suspicacias, como ve­ nido de hombres que viven dentro del clima, de la misión y de las estructuras temporales propias de cada país. La Iglesia tiene derecho de usar de los medios de comunicación social. Lo que no debe —ni sería oportuno ni justo— es monopoli­ zarlos ya que, desde el momento en que lo hiciera, su labor sería de radio corto. En la utilización de los medios de comunicación social es fácil sucumbir a la tentación de espejismos clericales. Sucede esto cuan­ do el sacerdote piensa que radio, prensa, cine y televisión van a servirle de cátedra para ponerse en contacto con ambientes que rechazan, por instinto, los ademanes del púlpito. La fragilidad de este supuesto se demuestra fácilmente. Basta con recordar que la tarea del periodista católico difiere profundamente de la del sacer­ dote. El sacerdote que predica en la Iglesia no puede entablar un diálogo. El periodista tiene que prever la contradicción y buscar el diálogo. El periodista no se dirige a un grupo homogéneo de fieles, sino que debe hablar de modo que le entiendan hasta los que tienen distinta mentalidad cultural y religiosa. El periodista necesita ser prudente e intervenir con oportunidad para atraer a los hombres con su mensaje. Una de las tareas más urgentes de la sociedad contemporánea es la de formar periodistas católicos. Se exige cada día más el tes­ timonio de una profesión periodística de talante católico. Ya en el plano organizativo, cabe destacar el proyecto de fundar una Es­ cuela Pontificia para jóvenes católicos del mundo entero. Tal escue­ la avivaría el sentido comunitario de todos los pueblos. Y serviría

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