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J. CALASANZ GOMEZ 367 camente es manifestación pura de la esencia de una cosa, sino que queda siempre por debajo de ese algo a que se debe. A esta ley se hallan también sometidas la Iglesia y su obligación de hacerse conforme a Cristo, así como la respuesta de sus miembros a esa obligación». Se da, pues, una interacción mutua entre mundo e Iglesia. La opinión pública plantea a la Iglesia cuestiones de suma gravedad al correr de los tiempos. La Iglesia,por su parte, debe estar pre­ sente en cada situación mundana para decidir sobre cuestiones que le atañen directamente. En un sentido más amplio y más sugestivo, la labor eclesial tiene que inyectar una mentalidad nueva en los hombres de nuestro tiempo, tan profundamente inquietados por los problemas transcendentes. La opinión pública juega hoy un papel de suma importancia en la convivencia humana. No es un tópico afirmar que de su orienta­ ción depende que el mundo esté rectamente informado o no. Si la opinión ha sido el resultante de un trabajo profesional serio, el hombre vivirá un clima de verdad y de justicia. De otro modo, es posible que se haya creado un clima incómodo de desarmonía. No caben términos medios: cuando no hay opinión, hay rumores que obedecen a la puesta en escena de intereses creados y de prejuicios de todo género que —en definitiva— ensombrecen o empañan la visión exacta de la vida. El rumor supone, de modo ordinario, la amputación de aspectos importantes de la noticia y la adicción de detalles que desorbitan el alcance de la noticia. El rumor es una visión incompleta de los hechos que la masa glosa irresponsablemente. El hombre de la calle carece de los elementos indispensables para hacerse cargo del valor y del sentido concreto de algo, pero no resiste a la tentación de adornarlo todo a su gusto. Con el tiempo y la distancia el hecho se desfigura con frecuen­ cia sustancialmente. Y esto es inevitable, dada la sicología popular. La opinión pública —rectamente formada— rechaza por exigencias de veracidad lo que no ha sido suficientemente comprobado. No admite el simple rumor que responde a una información excesiva­ mente superficial. Cribado el rumor de sus elementos subjetivos, puede llegarse a la reconstrucción fiel del hecho. En tal caso, el rumor es fuente de la noticia. Y ésta exigentemente reelaborada puede ser la base de la opinión pública. El hombre tiene derecho a ser rectamente informado. Derecho que se funda en la misma naturaleza humana. Y la experiencia en­ seña —como dice agudamente Bartolomé Mostaza— que el mejor

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