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J. CALASANZ GOMEZ 3 5 7 III. EL PENSAMIENTO PONTIFICIO SOBRE LA OPINION PUBLICA D ialogo de M ons . H errera O ria con G. A rias S algado La «polémica» entre don Gabriel Arias Salgado y Mons. Angel Herrera Oria se convirtió en un tema de apasionante actualidad a finales del año 1954 y en los primeros meses de 1955. En realidad, no hubo polémica, que supone un enfrentamiento. Hubo, sí, un contraste leal de pareceres, un diálogo de altura que se desarrolló dentro de los cánones de elevación, consideración y cortesía que pedían las circunstancias. En todo momento, se guardaron las for mas cultas. Los hechos sucedieron así: Don Gabriel Arias Salgado — que era entonces Ministro de Información y Turismo— pronunció un discurso en Barcelona sobre la "Doctrina española de la infor mación". En este discurso del 12 de diciembre afirmaba Arias Sal gado que «el régimen actual de prensa y las ideas por él vertidas se ajustan con fidelidad al pensamiento pontificio». Dado que el mi nistro pedía la colaboración de peritos y especialistas —en un gesto honroso de abertura y sinceridad— Mons. Angel Herrera puso al gunos reparos a las afirmaciones del ministro y, de un modo con creto, a la frase aludida de fidelidad de la nueva ley de prensa en estudio a las enseñanzas de la Iglesia. Arias Salgado pidió a Mons. Angel Herrera una aclaración sobre los puntos de su discurso que no se ajustaran al pensamiento pontificio. Y el obispo de Málaga contestó indicando que la previa censura, tal como se llevaba a efec to, y las consignas se oponen a una auténtica visión cristiana de la libertad de prensa. La documentación escrita de este diálogo puede verse en el Boletín Oficial del Obispado de Málaga (12 de enero de 1955), en «Ecclesia» (editorial del 8 de enero de 1955), en «El Es pañol» (6-12 de febrero de 1955) y en el Boletín Oficial del Obis pado de Málaga (febrero de 1955). De este intercambio, que transcurrió siempre por cauces de amistad y corrección, se pueden sacar las normas de un diálogo ejemplar. En rigor, este diálogo pone las premisas de una acción conjuntada que, si se observan como aquí las reglas del juego lim pio, resulta de un gran valor constructivo. Cada uno de los inter locutores expone sus ideas con moderación y serenidad. No se acu sa, se escucha y se interpreta el pensamiento ajeno desde la pers pectiva exacta en que nace, se desarrolla y se perfecciona. No es un monólogo con los silencios precisos para «rebatir». No se de forma la opinión ajena. No se involucra a nadie, y se trata con el
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