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3 5 2 LA OPINION PUBLICA EN LA IGLESIA además de ser un escándalo, conlleva consecuencias funestas para la formación política y religiosa de las nuevas generaciones. Las palabras de Pío XII, en el mencionado discurso del 17 de febrero de 1950,son un clarinazo de atención: «La opinión pública puede ser dirigida desde el poder o desde la clandestinidad por quienes conocen todos los resortes de influencia masiva. De este modo, atraen con sus reclamos de libertad, independencia y liberación a ” pobres seres vacíos, flojos, sin fuerza de espíritu para desenmascarar la mentira, sin fuerza de alma para resistir a la violencia de los que con habilidad saben poner en movimiento todos los resortes de la técnica moderna, todo el refinado arte de la persuasión, para despojarles de su libertad de pensamiento, y hacerles semejan­ tes a frágiles cañas agitadas por el viento”». La publicación de la vida, ajustada a los cánones de la ética y en línea con las necesidades de los tiempos nuevos, requiere hom­ bres conscientes de su conducta personal y social. Hombres de esta naturaleza forman la minoría. Y es precisamente la minoría selecta la llamada de un modo expreso a colaborar en la ardua empresa de captar y proyectar al ambiente la opinión pública. Concretando aún más, son los especialistas en los medios modernos de difusión quie­ nes cargan sobre su espalda el deber de informar y formar al pú­ blico. Cabría la cooperación de los científicos e investigadores. Pero, el mismo talante especializado de sus estudios les incapacita en parte para lograr la atención del pueblo. Los grandes temas de la investigación, por su tratamiento y por su dificultad, quedan al mar­ gen de las preocupaciones populares. Entonces resulta que prensa, radio, cine y televisión son los instrumentos más poderosos para comunicar las ideas. O lo que es lo mismo, para captar y proyectar la opinión pública. ..."íntimamente ligados a la sociedaxl de que forman parte”. Los hombres conscientes de su conducta personal y en la socie­ dad son «resonadores» y «transmisores» de la opinión pública. La condición previa para este menester instrumental es la conviven­ cia con el pueblo. Sin una re-ligazón profunda con la sociedad de que forman parte no hay posibilidad de dar una resonancia ni una transmisión objetivas, serenas ni neutrales. Hay que vivir inmersos en la sociedad. Un estudio erudito, desde afuera, pecará siempre de superficialidad al no estar en contacto con la vida misma. La actitud de los hombres conscientes debe ser abierta y afirmativa,

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