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J. CALASANZ GOMEZ 349 niones discutidas que intentan imponerse como hechos ciertos. A estos propagandistas serviles hay que recordarles los versos de An­ tonio Machado, dedicados a Ortega y Gasset: ¿Tu verdad? No, la Verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya guárdatela. Al hablar de la opinión pública ha sido necesario incidir en con­ ceptos que, en su inocencia primitiva y original, son casi idénticos, pero la historia les ha ido lastrando de importantes matizaciones. Ocurre así con los términos «pueblo», «público», «masa», «multi­ tud», «la gente». El lenguaje vulgar no se para en nimiedades de matiz. Sin embargo, nos encontramos en la necesidad de matizar y de diversificar, ya que la sociología y la misma filosofía ensayista nos prestan elementos esclarecedores. Se impone una diversifica­ ción a la hora de trazar los verdaderos cauces legítimos de la opinión. El comportamiento masivo puede ser el resultado de iniciativas que no tienen nada de popular ni en su origen ni en su proceso. La masa obedece con docilidad a ocultas influencias sin reparar que es manejada desde afuera. No opone una resistencia razonable. A veces da la impresión de marionetas de feria, hábilmente maneja­ das por la pasión o por la ambición de intereses que, en el fondo, no tienen nada de populares. La masa es impersonal e irresponsable. La masa, en realidad, es algo disperso. No hay cohesión inte- gradora. Son hombres yuxtapuestos que no colaboran activamente. Carecen de unidad interior. De aquí nace su volubilidad ante em­ presas que, en un momento dado, les impulsó a dar gritos, al aplau­ so colectivo o la irritación colectiva. La masa no conoce la ponde­ ración puesto que obra por apasionamiento. Y como los sentimien­ tos son tan fugaces, se explica que de la turbación pase incons­ cientemente a la vida normal. La opinión pública no puede sustentarse en tan frágiles cimien­ tos. Porque basta la presencia de un activista para producir ese movimiento desencadenado e incontenible de la algarada, las mani­ festaciones callejeras y el griterío anónimo. No es el pueblo, es la masa la que vibra violentamente en las calles. Un fenómeno masivo es, por su naturaleza, provisorio, irracional y de superficie. Los documentos pontificios afirman que el pueblo —no la ma­ sa— es el soporte de la opinión pública. El pueblo es un concepto más homogéneo. Son los ciudadanos ligados entre sí por intereses comunes, que persiguen fines determinados en la sociedad. De un modo o de otro, lo que busca el pueblo es el bien común. El pueblo

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