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SERAPIO FERNANDEZ 327 del desplazamiento del trabajo a talleres u otros centros, la fami­ lia también ha variado en muchas de sus funciones propias. Así se habla, en algunas ciudades americanas, de un «matriarcado» familiar para designar la importancia que está cobrando el ama de casa en la toma de decisiones en el hogar, en las compras y en la educación de los hijos. Conviene mencionar, una vez más, que estas idealizaciones del tipo de labriego y del tipo de ciudadano son más bien una proyec­ ción intencionadamente exagerada para diferenciarlos y caracteri­ zarlos. En la medida en que el sector agrícola se «comercialice», tendrá que someterse a la especialización no solamente de los tra­ bajadores, sino de los cultivos y de los suelos de cultivo. También podrá independizarse mayormente de los agentes de la naturaleza, con la introducción de la técnica, y sus valores culturales se ajus­ tarán más a una cultura más intelectualista y urbana. Con todo es innegable que los estilos de vida son diferentes. La diversa actividad laboral ha condicionado también las rela­ ciones sociales. Las relaciones esporádicas, contractuales, imper­ sonales, de la ciudad son consecuencia de un cúmulo de contactos obligados pero de poca duración. En muchos de estos casos el contacto no es personal, sino a través de los medios de comuni­ cación impersonal del teléfono, la radio, la correspondencia o el telegrama. No interesa la persona, en muchas de estas relaciones, sino el papel que desempeña, la función que representa. Los con­ tactos en la ciudad son muy heterogéneos, se extienden a áreas distantes. En el campo ocurre lo contrario: los contactos son nu­ méricamente pocos, pero constantes y personales. Hasta el punto de que difícilmente separan los campesinos el papel social de la persona que lo desempeña. Los contactos son siempre más estre­ chos y las relaciones de vecindad más intensas. Todo ello ha con­ dicionado un sistema de interacción social distinto en el medio rural y en el medio urbano. El sistema de interacción social, en los centros urbanos, es más complejo, menos preciso, y menos im­ positivo en la regulación de los comportamientos individuales. Por el contrario, la sociedad en el campo es más homogénea, basada en igualdad de experiencias, más sentimental y se ejerce sobre objetivos e intereses uniformes. Se ha llegado incluso a hablar de una conciencia de clase. La solidaridad ciudadana se basa en la división del trabajo, es de tipo orgánico y funcional. Se desco­ noce el círculo de personas para quienes se trabaja o se presta ayuda y se espera la contrapartida, no directamente de las perso­ nas, sino a través de una retribución económica o de una ayuda organizada. Por eso la presión de la opinión pública es distinta:

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