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J . M .a L A S O G O N Z A L E Z 1 8 3 Aristóteles en la solución al dilema de Parmenides: Por doble ca­ mino llega Aristóteles a señalar el fallo de aquel dilema: mediante la teoría de la materia y la forma y mediante la teoría del acto y la potencia. Lo que viene a ser, no procede del ser ni del no ser; en esto tuvo razón Parménides. Pero tanto él como Platón se cega­ ron en la aparente exclusión de los términos «ser» y «no ser» del dilema, sin tener en cuenta que, por decirse de muchas maneras, el ser puede tomarse en sí mismo y accidentalmente; teniendo esto en cuenta, y aun admitiendo que nada proviene del ser en sí ni del no ser en sí, hay que contar con otra posibilidad que abre la senda hacia la realidad: lo que comienza a ser, lo que es término de cualquiera de las cuatro clases de cambio, proviene siempre de un accidental no ser, la materia o potencia, que al unirse a la forma sustancial o accidental constituye aquel término del cambio que ya es ser en s í 28. De ahí que las formas no puedan existir separadas, según que­ ría Platón; pues, ¿cómo serían esencias de las cosas?29; y, ¿cómo la ciencia que las tiene por objeto sería un saber sobre los seres de los que se dicen esencias?30. Muy al contrario, «cada ser y su esencia son una sola cosa y lo mismo, no accidentalmente, puesto que conocer cada cosa es lo mismo que conocer su esencia31. Una de las dificultades que más frecuentemente opone Aristóteles a la teoría platónica, es la imposibilidad de que las ideas o esencias, existiendo separadas de los seres de los que son esencias, sean causa del existir y del venir a ser de esos s e r e s32. Si, por el contrario, las formas constituyen los seres concretos, al realizarse en una materia son causa del existir y del venir a ser de esos se re s33. De este modo se logi'a conjugar con el continuo cambio, a que están sometidos de hecho los seres sensibles, la inmutabilidad y eternidad del ser, que advirtió Parménides, que Sócrates trató de reflejar en definiciones y que Platón quiso explicar con su teoría de las ideas. Las formas, bien sean substanciales, bien sean acciden­ tales, no son engendradas ni destruidas: son engendrados y destrui­ dos los seres concretos sensibles, por ejemplo esta esfera de bronce, mientras que la esfera, al igual que el bronce, de algún modo ya 28 . Phys. I, 8, 191 a 34 - 192 a 25 . 29 . Metaphys. I, 9 , 991 b 2 . 30 . Metaphys. I, 9 , 992 a 24 . 31 . Metaphys. VII, 6, 1031 b 18 - 21 . Cf.todo el capítulo. 32 . Metaphys. I, 7 , 988 b 2 ; 9 , 991 a 9 - 14 ;b 1 - 9 ; 992 a 24 - 29 ; XII, 6, 1071 b 14 - 17 ; 10 , 1075 b 27 ; XIII, 5 , 1080 a 1 - 11 , etc. 33 . Cf., entre otros pasajes ya citados, el capítulo 8 y el capítulo 9 del libro VIII de los Metaphysica o también Phys. II, 1 , 193 a 28 y ss.

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