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1 9 2 E L M A R C O H IS T O R IC O D E L A T E O L O G IA D E A R IS T O T E L E S en el hombre6S. De este modo, lo mejor que hay en el hombre, resu mido en el alma, es estimado como presencia de la divinidad en el hombre. No es sólo en los filósofos místicos donde aparece esta idea; también Parménides, influido sin duda por los pitagóricos y, en el otro extremo, Heráclito, ambos parecieron pensar así. En el poe ma de Parménides, el camino de la Verdad llega a Dios como lo misterioso del ser que se deja presentir; pero todo el misticismo y religiosidad del poema emana de la íntima admiración ante lo más profundo del yo pensante, su identificación con el ser; ese «noein», que Parménides repite y venera en su poema, es una afir mación emocionada de que se ha encontrado en el hombre mismo la manifestación del principio último del tod o 66. Heráclito, por su parte, piensa que el «Lógos» lo gobierna todo, y que la «phrónesis», o actitud del sabio, es vivir el «lógos» que es propio del alma; sólo así el hombre está despierto y participa de lo que es común, del uno y del todo, que supera y gobierna los contrarios 67; de este modo Heráclito encuentra en el interior mismo del hombre el fun damento y explicación del ser; pero esto, que es propio del alma, transciende al alma del hombre particular y se comunica a todas las cosas sin mezclarse con ellas, pues «está separado de todo» El «ápeiron» de Anaximandro se va definiendo así: No engen drado e incorruptible, gobierna todas las cosas separado de ellas; su naturaleza ha de ser algo eminentemente semejante a lo mejor que tiene el hombre, a esa fuerza superior que penetra en todo des cubriendo o inventando el ser y que no se resigna a reducirse a lo sensible sometido al cambio. Tales son los perfiles con que la tra dición griega va definiendo el «ápeiron» divino que sustituye a Océa no o al Caos y a los dioses antropomorfos de la religión establecida. Con Sócrates viene a incorporarse decididamente una nota más a la comprensión de lo divino en la tradición especulativa de los griegos: lo divino es el bien en sí y causa final. Anaxágoras descri bió el primer principio como gran arquitecto de la máquina del mundo: el «nous» tuvo un conocimiento previo del orden que ha sido, es y será el mundo, y dispuso que tal orden se realizara; 65 . W. D. Ross, Aristotelis fragmenta selecta-, De pililos, frag. 12 a. De somtt. 1 , 462 b 20 y ss.; 2 , 463 b 12 y ss. 66 . Bien pudiera haber entendido Aristóteles la primera parte del poema de Parménides en términos aproximados a los quehemos expuesto: Cf. Metaphys. I, 5 , 986 b 19 ; IV, 5 , 1009 b 21 - 25 . 67 . H eráclito , B 115 , 41 , 113 , 89 , 1 , 2 etc. 68 . H eráclito , B 108 . Cf. L. F arre , Heráclito, Buenos Aires 1959 , pp. 67 - 70 .
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