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G . Z A M O R A - G . D E S O T IE L L O 1 0 3 IV.—EL TEMA DE DIOS 34 W. K luxen , En los confines de la ciencia del ser comienza la de Dios. Escoto se siente, en principio, teólogo, aun al filosofar. Concibe la filosofía como «ciencia hacia Dios». Filósofos son, para él, los pensadores no ilumi­ nados por la Revelación y que, por tanto, sólo pueden servirse de la pura razón. Mas el teólogo no debe tenerla en poco, a pesar de sus limitaciones, pues es la razón humana no sólo un instrumento imprescindible para hacer teología, sino el órgano destinado a la visión de Dios. La discursividad le pertenece no de un modo esencial, sino histórico. Por esencia está llamada a la intuición. Escoto opina que las ciencias de Dios y del ser no han sido elaboradas con todo el rigor científico y conceptual que debieran: los conceptos tras­ cendentales han venido aplicándose al ser en cuanto tal, a los entes mun­ danos y a Dios de un modo análogo. Escoto percibe claramente que, si bien en lo real imperan relaciones de analogía, en lo conceptual cada concepto análogo debe desdoblarse en dos o más, cada uno de los cuales posee un contenido unívoco. Sin tal desdoblamiento no es científico hablar de Dios, aunque incluso así nuestro conocimiento de El siga siendo muy imperfecto. También cabe afinar el rigor mental en la demostración de la existencia de Dios. La contingencia de lo finito abre ciertamente una vía hacia su Causa primera; pero partiendo de hechos, permanece una vía fáctica, cuyo término ha de ser un primer «factum». Por el contrario, cree Escoto que partiendo del orden de los posibles se arriba rigurosamente al absolutamente necesario, que posibilita la totalidad de lo «necesario-posible». ¿Qué es es­ to? Escoto distingue, junto al mundo de lo que puede ser y dejar de ser y anterior a él, el de lo posible, término que no representa meramente el momento de lo que aun no es real y podría serlo, sino la condición de lo que, en cuanto siempre posible, es justamente necesario. De lo real podemos concluir a lo posible, pero no al contrario, y ello prueba una vez más la mayor contingencia de lo real existente. Por eso Escoto prefiere este segundo punto de partida para su demostración. Y no descansa hasta que ha atri­ buido científicamente a Dios la infinitud. Mas ahí ha de terminar la meta­ física y dejar que continúe la teología. La trascendentalidad del concepto metafísico se transforma en positiva trascendencia y la ciencia del ser en cuanto ser, en ciencia de Dios. El pensamiento metafísico no puede, por tanto, recorrer todo el camino emprendido y probar con rigor científico, por ejemplo, que Dios sea Vida... 36. 36. W. K luxen , Johannes Duns Scotus: Philosophie als Wissenschaft von Gott, en Wiss. Weish. 29 (1966) 177-188.

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