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102 D O S A Ñ O S D E F I L O S O F I A E S C O T IS T A (1965-1966) argumento que, para la ética natural, no es de escasa importancia. Sin embargo. Escoto ve un círculo inevitable, pues tal deseo natural no es un acto consciente, elícito, sino una relación ontológica entre lo perfectible (la naturaleza) y su perfección (la inmortalidad). Por tanto, atribuir al hombre tal deseo es suponer, en el fondo, que es inmortal por naturaleza —quod erat domonstrandum ...—. De otro modo: si tal deseo concuerda con la natu- ralez/i humana, se presupone ya la capacidad de inmortalidad y no hay nada que demostrar y si es sólo algo que el hombre imagina como una posibilidad para su naturaleza, ello no demuestra nada. Para comprender la actitud de Escoto no hay que olvidar el momento histórico en que filosofa, determinado, v. gr., por la condena de 1277, el conflicto entre las facultades de Artes y de Teología, el necesitarismo de Avicena contra el que Escoto opone que todas las esencias y leyes naturales son, en su raíz ontológica, contingentes. También gravitan sobre él el averroís- mo defensor del único entendimiento y la numerosa apologética cristiana, en gran parte baladí, en contra. Además, su gran dominio de la lógica y el rigor matemático que exige Escoto de una auténtica demostración, la necesidad de deslindar bien los campos de la razón y de la fe, junto con una actitud de modestia filosófica. Por todo ello, rompió sin sentimentalismos con la tradición M. 33 H. B orak , De antropología escotista. Escoto distingue claramente dos estados en el hombre: el estado de naturaleza caída y el estado de elevación por la gracia. Por el pecado el hombre perdió aquel conocimieno suficiente que tenía acerca de su fin, cono­ cimiento que le es devuelto por la revelación. En la noción escotista del hombre resalta aquella potencialidad, gracias a la cual el hombre está ordenado a realizar su cultura con ideas recibidas más que con ideas adquiridas. Y es aquí donde se inserta la revelación, que enseña al hombre su carácter de viador que tiende hacia la bondad infinita de Dios como a su fin. Mientras la visión filosófica natural nos ofrece una visión del hombre cerrada, estática, con una orientación hacia el fin del hombre cercada de ignorancias y de vacilaciones, la visión de la revelación es dinámica, abierta y progrediente, con exclusión de la ignorancia y de la duda. Gracias a la revelación el hombre puede desarrollar un perfecto des­ pliegue de sus virtualidades, y con ello tenemos el punto de arranque para que se entienda «a priori» la condición del hombre y su modo de obrar en el estado actual 35 34. G. G. B r id g e s , The problem of the demonstrability of immortality, e n John Duns Scotus, 1265-1965..., 191-209 ( c f . n o t a 9). 35. H. B orak , Revelatio et natura in doctrina Duns Scoti, e n Law. 7 (1966) 409 437.

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