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G . Z A M O R A - G . D E S O T IE L L O 101 voluntarismo que el intelectualismo? La persistencia de Escoto en someter toda realidad a la Voluntad divina no es ningún manifiesto del nominalismo 32. 31 E. R iv e ra de V en to sa , Del necesario y del contingente. Entre las desviaciones que era preciso corregir en torno a Escoto, acaso la más extendida sea la de su pretendido positivismo, sobre todo en su aplicación al orden moral. El autor analiza diversas interpretaciones sobre Escoto en este aspecto, y concretamente las siguientes: Escoto y el contin- gentismo metafísico; Escoto y el contingentismo jurídico-moral; Escoto y el pragmatismo religioso. Nadie como Escoto ha subrayado la absoluta nece sidad de un orden necesario; pero al mismo tiempo destaca el contingen tismo de todo lo creado, que brota del Ser Infinito y que, por liberalidad pura, crea de la nada las realidades finitas 33. 32 G. G. B ridges , La inmortalidad, quiebra de la razón. El problema en lid no es el de la inmortalidad misma, sino el del poder de nuestra razón para demostrarla. Ciertos del hecho por la fe, ¿hay a nuestro alcance algo más que indicios racionales plausibles? Para Escoto es indemostrable que la forma específica del hombre dure siempre, una vez fuera del compuesto. En efecto, lo que la razón demuestra es que el alma y el cuerpo se ordenan el uno al otro, mas no que el alma posea, además, una existencia particular, merced a la cual pueda sobrevivir al cuerpo. A diferencia de S. Tomás, que no admite en el compuesto humano sino un esse, el del alma, Escoto distingue el esse corporis del esse animae y am bos del esse totius. Pero en ninguna de ambas teorías percibe Escoto una vía demostrativa con razones necesarias. La razón conduce, en la perspec tiva tomista, a esta disyuntiva: si el alma goza de subsistencia per se, no puede comunicarla a otro; y, si no goza de ella, no puede subsistir sin el cuerpo. Además, no obstante su inmaterialidad, simplicidad e incorruptibilidad per se, el alma es siempre creatura dependiente de la conservación libre, incesante, por Dios, que podría dejarla caer en la nada. Sólo la fe nos ase gura de lo contrario. «Dios aparte, ningún ser es formalmente necesario, sino sólo contingente». La razón puede esbozar indicios suasorios, partiendo de lo que conocemos de la bondad y misericordia divina, pero lo que se demanda es una demostración en toda regla, no meras razones probables. Sin apelar a Dios, fundamento extrínseco, no parece clara ante la razón la realidad de la inmortalidad. Tampoco es más afortunado el argumento arraigado en el deseo natural de sobrevivir siempre. Deseo, por natural, infrustrable, según Aristóteles. Y 32. M. B ertram C rowe , Nature and natural law in John Duns Scotus, en La filo- sofia della natura nel medioevo (Milano, 1966). 33. E. R ivera de V entosa , En torno at supuesto positivismo de Juan Duns Escoto, en Verd. Vida 24 (1966) 283-304.
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