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9 8 D O S A Ñ O S D E F I L O S O F I A E S C O T IS T A (1965-1966) A la noción boeciana de persona prefiere la de R. de S. Vícor («intellec- tualis naturae incommunicabiiis existentia») porque desea abrir ese concepto a un horizonte trascendental, contraíble a Dios y a la creatura, mediante un concepto unívoco, generalísimo, que sólo supone la incomunicabilidad. Significa, con otras palabras, tan sólo la ultima solitudo o independencia respecto de toda otra persona, la unicidad radical del ser por derecho propio. Solamente un acto de conocimiento equiparable puede alcanzar la mis- midad de tal ser: la intuición, término abocado a algo concreto, presencial­ mente existente, muy distinto de la abstracción de las esencias. Mediante él se revela la riqueza de una definición aparentemente negativa, y verificable de lleno sólo en la intuición de la persona singular. Esa definición deja, en efecto, transparecer el carácter absoluto de la persona, pues su incomunica­ bilidad o «soledad» metafísica es la de un ser espiritual que existe absolu­ tamente aparte y que sólo por sí mismo puede ser comprendido, no por relación a otro. La intuición que se hunde en ese absoluto no puede tampoco manifestarlo conceptualmente. La voluntad es la expresión nata de la persona, cuya espiritualidad se funda para Escoto, ante todo, en su capacidad de querer. Intuyo una persona concreta y la intuyo como dueña de sus actos, con potestad elícita e imperada para autodeterminarse. Existe un paralelismo entre el intransferible ser por sí de la persona o su independencia radical y la autonomía de la libertad, también radical: ambas comunican entre sí en alguna «soledad» última. No menos que la persona, toda decisión de la voluntad ha de explicarse por sí misma. Semejanza en el obrar que reclama semejanza en el ser. Fácil le sería a Escoto desde esas consideraciones sobre la metafísica de la persona estructurar una ética de la misma, que habría de serlo necesariamente de la libertad. Ni el carácter ni los demás factores que la psicología de hoy con­ trapone a la potestad de aquéllas pueden destruirlas en su esencial pureza. Podrán, a lo sumo, aminorar accidentalmente su autodominio. «La concep­ ción escotista de la voluntad es la única respuesta contundente a todas las teorías sociológicas, psico y biologistas que hoy se erigen contra la libertad humana e interpretan nuestro obrar como mero producto del medio, de la sociedad o de la biomasa genética» (p. 201). Y ese determinismo no puede debelarse con componendas, diciendo, por ejemplo, que somos libres «hasta cierto grado...», pues la libertad es, por esencia, indivisible. Como Escoto distingue de algún modo en la voluntad el apetito intelectivo («non potens se determinare») que persigue naturalmente su objeto y una fuerza innatamente racional y libre (libertas innata), es por ésta por la que trasciende los determinismos naturales y por donde se «personaliza» y goza de la apertura a lo universal propia del espíritu, mientras por aquélla está, como la inteligencia, encapsulada en la estricta necesidad de la na­ turaleza 29. 29. W. H oeres , WUle und Person bei Johannes Duns Scotus, en Wiss. Weish 29 (1966) 188-210.

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