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G . Z A M O R A - G . D E S O T IE L L O 9 7 voluntad puede considerarse como naturaleza y como libertad, o sea, como inclinación a querer su objeto y como el acto mismo de quererlo, como fuerza pasiva y como fuerza activa. Distinción formal análoga a la que se da en el entendimiento entre su tendencia natural a conocer y el acto real de conocer. Mas lo característico de la voluntad es el segundo aspecto, la volición libre, con pleno autodominio de sus actos. Esto es comprensible desde la tradición agustiniana. Escoto no se cansa de repetir que nada está tan en poder de la voluntad como ella misma. Mientras para S. Tomás no cabe otra libertad que la de elección o contradicción, Escoto la concibe co­ mo un género con dos especies: libertad esencial o de dominio y libertad de contingencia, que es la libertad de elección. En la formación del acto libre cooperan entendimiento y voluntad, pero diversamente. La raíz de la libertad está en la voluntad, no en la razón, pues la voluntad es racional por naturaleza. Pero es imprescindible la precedencia del acto intelectivo. El nihil volitum quin praecognitum es axiomático tam­ bién para Escoto, que no es ni un irracionalisía ni un indeterminista. Ei entendimiento y el objeto intervienen, mas como causas parciales y secun­ darias; sólo la voluntad es causa principal de la volición. La voluntad es, además, la facultad preeminente. La forma concreta de esa preeminencia es la superioridad del amor sobre el conocimiento. No es Escoto el inventor de esa doctrina, pero sí su máximo impulsor y conso- lidador. Ambas facultades tienen por objeto el ser, una como verdad y otra en cuanto bondad. Y si es cierto que no hay volición sin conocimiento, no lo es menos que la voluntad puede dirigir el entendimiento hacia un objeto preferencial. El entendimiento es un agente al servicio oferente de la vo­ luntad, a la que brinda sus objetos. Sólo como un fin depende de los medios o la forma de la materia, depende la voluntad del entendimiento. La conco­ mitancia de amor y conocimiento, con la precedencia natural de éste, se debe a que la voluntad es, por definición, intrínsecamente racional. De ahí se sigue que la esencia de la felicidad ha de consistir en el acto de la voluntad, en el amor, no en el conocer, sino que conoce en orden a amar. La felicidad formal y esencial radica en la posesión por la voluntad de su objeto tal como es en sí y no como se lo presenta la inteligencia. Sólo entonces se obtiene la plena satisfacción y plenitud del hombre mediante la fruitio beatificante en el amor a Dios por Dios mismo. En honor del entendimiento hay que decir, sin embargo, que colabora a la felicidad supre­ ma del hombre tal como colabora a los demás actos de la voluntad 2S. 27 W . H oe re s, La "última solitudo". Escoto ha elaborado con claridad insuperable el concepto esencial de persona. Sobre ella basa el ordo amoris, articulándola en el plano del ser y del bien y afirmando sin ambages que su dignidad sólo puede ser mantenida si se la concibe como ser espiritual y moral. 28. B. M. B onansea , Duns Scotus’voluntarism, en John Duns Scotus, 1265-1965..., 83-121 (cf. nota 9). 7

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