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9 4 D O S A Ñ O S D E F I L O S O F I A E S C O T IS T A (1965-1966) III.—EL TEMA DEL HOMBRE 21 E. B e t t o n i , Conocer no es desvelar, sino recrear. El autor había defendido un innatismo virtual del concepto de ser en Escoto y ha vuelto sobre su tesis, aduciendo nuevos argumentos y preci­ siones sobre el tema. Para ello analiza el papel del sujeto y del objeto en el conocimiento. Para Escoto conocer intelectualmente no es un «intus le- gere», un desvelar la intrínseca inteligibilidad de la cosa; eso sería plato­ nismo. Es más bien un recrear la realidad, revistiéndola de un modo de ser universal. El entendimiento es «tabula rasa», pero no en sentido pasivo, en espera de ser actuado por la causa extrínseca, sino activamente, pronto a entrar en acción por su propia virtud, aunque necesitando de la moción de la experiencia sensible. En el horizonte cognoscitivo del hombre está incluida la totalidad de lo real. La abertura al ser es una llamada que cons­ tituye al ser en su esencia. El intelecto confiere al objeto un modo de ser que éste de suyo no tenía, pero podía tener. Así se sitúa Escoto entre los agustinianos —que concedían excesiva importancia al factor sujetivo, desvir­ tuando la causalidad del objeto— y los que sólo concedían al sujeto una «denudatio obiecti». El autor hace suyas las palabras de S. Breton: «L’être comme objet formel de l’intellect est moins un objet parmi les objets qu’un aspect formel et une condition de possibilité de tout objet» 23. 22 A. C o c c ia , La inteligencia y el ser, frente a frente. Buscar los límites y el objeto del conocimiento humano es buscar los de nuestra ciencia. Con ello Escoto se plantea el problema del conocimiento, no de un modo directo, examinando nuestras facultades, sino determinando, desde el ser, lo que está al alcance de nuestra luz natural. Trata, además, de la naturaleza humana «pro statu isto», en forma muy concreta. Ante todo defiende Escoto que podemos conocer a Dios, naturalmente, con un conocimiento quiditativo, gracias al concepto unívoco de ser. Con ello no se resta nada a la perfecta trascendencia de Dios, puesto que el ser no es un género. Sin la univocidad correríamos peligro de agnosticismo. Ese conocimiento no llega a entregarnos a Dios «sub ratione deitatis», ya que en ese caso podríamos demostrar a Dios a priori. Con todo, podemos llegar a muchos conceptos que son propios de Dios, puesto que le distinguen de las creaturas. Y entre éstos el más perfecto, y al mismo tiempo el más simple, es el de Ser infinito. En todo caso, nuestro conocimiento de Dios se realiza siguiendo el camino que pasa por las creaturas. Pero Dios no es ni lo primero que conocemos temporalmente, ni es el 23. E. B ettoni , Il fondamento della conoscenza umana secondo Duns Scoto, en Franz. Stud. 47 (1965) 300-314.

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