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GERARDO ALONSO D E F I L I E L 3 5 3 todos, particulares y autoridades, a que, según sus propias posi­ bilidades, comuniquen y ofrezcan realmente sus bienes, ayudando en primer lugar a los pobres, tanto individuos como pueblos, a que puedan ayudarse y desarrollarse por sí mismos 59. Conforme a esta doctrina, es injusto, contra la equidad y contra la caridad, que existan enormes desigualdades en el mundo, y sólo la humanidad puede poner remedio a estas injusticias. Pero el mundo son los individuos, las familias y las naciones. Esta obligación de solidaridad para el desarrollo llega a todos los rincones de la humanidad, pues donde exista un valor, una riqueza, debe ponerse al servicio de los que no tengan. Y existen naciones económicamente pobres, pero ricas en ciertos valores de ciencia y moralidad, que pueden ofrecer a las demás una extraordi­ naria aportación. Así lo confiesa Pablo VI, citando una frase del Concilio, para demostrar esta obligación de solidaridad 60. Tam­ bién los mismos pueblos subdesarrollados deben unirse estrecha­ mente entre sí a fin de ayudarse mutuamente y desarrollarse 6I. Esta obligación, individual, familiar, nacional e internacional del desarrollo sanciona el bien común más completo y total de este mundo para los hombres. MEDIOS DE DESARROLLO. Debe afirmarse que el trabajo es el primer medio de desarrollo para el hombre. Es el primer medio ordinario de subsistencia, y no es posible concebir promoción y elevación humana sin trabajo. Juan XXIII había hablado ya extensamente del trabajo, y de las dificultades en que se ven envueltos muchos de los trabajado­ res por condiciones inhumanas de su trabajo, o por insuficiencia de remuneración 62. Posteriormente el Concilio también estableció normas cristianas acerca del trabajo, particularmente en lo que se refiere al respeto al trabajador y a su dignificación dentro del mismo ámbito de su trabajo 6\ Pablo VI sintetiza admirablemente en la encíclica las caracte­ rísticas del trabajo, en cristiano, para que lleve al desarrollo y evite a la vez ciertos peligros. Este trabajo debe ser siempre inte­ 59. Gaudium et Spes, n. 69. 60. P. Progressio, n. 40. 61. Ibidem, n. 64. 62. AAS 53 (1961). p. 418. 63. Gaudium et Spes, nn. 67 y 68.

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