PS_NyG_1967v014n003p0311_0332

3 2 4 C R IT E R IO S D E A U T E N T IC ID A D . es la determinación del origen de la tradición evangélica. Aún admi­ tiendo con H. Schürmann y otros 51 que en la época prepascual se pudo dar una cierta tradición —repetición más o menos fija y ordenada de dichos de Jesús— creo más probable la afirmación de que la tradición evangélica en cuanto tal nace en la comunidad creyente de Pascua, en ambientes arameos cercanos temporal y espiritualmente a la vida de Jesús. Con todo debemos reconocer que en tomo a este punto importante las cosas aparecen hoy bas­ tante oscuras. Es conocido de todos el intento realizado por la llamada «escuela de Upsala». Pero, en general, la reacción no ha sido favorable, aún en ambientes tradicionalmente conservadores 52. En el fondo hay dos maneras principales de concebir el origen de la tradición, que marcan decisivamente la forma de la investi­ gación evangélica y la postura que se adopta frente a la mayor o menor autenticidad histórica de los dichos o de los relatos. Para unos, al origen está el dicho o el relato en su pureza original, refle­ jando con fidelidad la palabra de Jesús tal como se pronunció o el hecho tal como se realizó. A esta forma primitiva se han ido aña­ diendo cambios, interpretaciones, nuevos estratos de forma y fondo. Esto supuesto, la trayectoria que se debe seguir para alcanzar la palabra original de Jesús es clara: eliminar los estratos secunda­ rios, posteriores hasta llegar a la supuesta forma pura, original. Para otros, por el contrario, al origen de la tradición está la fe de la comunidad, no el interés histórico por recordar con exactitud. Los primeros relatos se han formado a partir de la fe de Pascua y los dichos se han recordado, repetido y trasmitido en función de esta fe pascual. Es decir, no existió nunca en la tradición una forma pura histórica, que reflejara en su originalidad el dicho o el hecho 53. Personalmente creo que es posible una posición, si se quiere, intermedia, que combina lo que hay de exacto en ambas posturas. Por una parte, se debe mantener el interés primordial del kerigma, 51. H. Schürmann, Die Vorösterlichen Anfäge der Logientradition. Versuch eines formgeschichtlichen Zugangs zum Leben Jesu, en Der historische Jesus und der keriygmatische Christus, pp. 342-370; X. Leon-Dufour, o. c„ pp. 302-315. 52. C f. A. N. Wilder, Form-history and the Oldest Tradition, en Neotestamen- tica et Patristica, e n h o n o r d e O . C u llm a n n . L eid en 1962, p p . 3-13; W . D. Davies, Reflections on a Scandinavian Aproach to "The Gospel Tradition", ib ., p p . 14-34. 53. C f. G . Bornkamm, Jesus von Nazareth. S tu ttg a rt 1956, p p . 15-18; W . G . K üm ­ m el, Heilsgeschehen und Geschichte, p . 402; R . B u ltm a n n , Die Theologie des NT, p p . 88-89; Idem, Die Geschichte der synoptischen Tradition, p . 64, 395-396; E. Lohse, Die Frage nach dem historischen Jesus in der gegenwärtigen Neutestamentlichen Forschung, en TLZ 87 (1962) 161-174.

RkJQdWJsaXNoZXIy NDA3MTIz