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E M IL IO BAND E 253 b) Además, el laico, po r e s ta r inserto en el o rden teologal, des­ a rro lla ese elemento divino al ac tu a r en lo hum ano . En la fe actúa y desarro lla su caridad en la acción rec ta que le pertenece en su puesto social. c) La acción perfecciona hum ana y sob rena tu ra lm en te al laico, llevándolo a una conciencia más esp iritual de relación personal con Dios. d) Pero es, además, la acción misma la que concretiza en sí misma la voluntad de Dios. Por tan to , en ella el laico encuen tra a Dios. Así, la acción de cu ltivar la tie rra o de a rreg la r una m áqu ina concretizan en sí m ismas el p ropósito salvífico y tran sfo rm ativo de la rea lid ad en el m isterio de salvación. e) Y esa acción en tra p lenam en te en la h isto ria de la salud. Po r tan to , según esto, tenemos que la acción p ro fesional en el mundo de la h isto ria y de la natu ra leza de hoy esp iritualiza en sí m ism a al bau tizado que en tra en ella según el p lan de Dios, y, a la vez, im p lan ta ah í la vo lun tad divina, llevando la m ism a natu raleza al encuen tro con Dios en Cristo. 4.— H acia la conciencia e s p ir itu a l . 1. ”Ad i n t r aR e g num Dei in seipso. Según esto, el laico debe llevar toda su persona, sus valores hu ­ manos, profesionales, cu ltu rales y sociales a la acción, p a ra que todo sea santificado en ese encuen tro b ila te ra l de un idad dinám ica en tre Dios y él. Y esto realizado siempre en la acción profesional prop ia. Esas experiencias situacionales, vividas en plano teologal de intención y concretización del p lan salvífico de Cristo encarnado, son las que definirán su relación con Dios; y es ah í donde él debe llegar a la p len itud de la caridad —conciencia esp iritua l—. Su esp iritua lidad consistirá, pues, en bu sca r la un idad dinám ica de toda su vida en sociedad ba jo la luz religiosa de la fe, den tro de la Iglesia. No en una relación pu ram en te de e s tru c tu ra rec ta según la ley —conciencia ética— , sino de «comm ertium personale» de am o r evangélico —valores evangélicos—. Y ahí, y den tro de la caridad , ha de florecer —épanou issem en t— su conciencia e sp iritua l hasta lle­ gar a la simp licidad de la moción del E sp íritu . Pero todo, según lo dicho, en la «mediatio cond ition is socialis mundi in quo ille vivit». De esta m ane ra su vida ha de con tinu a r en el tiempo el diálogo amoroso del Padre con el mundo. En esa su vida de Caridad (Agape) se manifiesta el am o r del

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