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E M IL IO BAND E 251 m ertium » en tre dos libertades: La de Dios y la nuestra . Es la floración de la caridad (R. A. M., p. 457). — Esta conciencia se de sa rro lla rá en conocim iento p ráctico y especulativo o de contemplación: Partiendo de la Revelación en la Iglesia y según la p rop ia m isión. — Llegará así a la un idad y pasiv idad en el E sp íritu Santo: sus dones. — Su conocim iento será in tu itivo y expresado en símbolos. — Y todo siempre en la caridad , cen tro y co rona de la con­ ciencia e sp iritua l, y la única capaz de estab lecer y m an tener esa relación de in tim idad con Dios d irectam en te y con las c rea tu ras, en especial con los hombres. A esto con tribu irá la mediación secun­ da ria de la ley rectificando siempre esa relación en libe rtad de es­ p íritu . C on tribu irá la Sag rada E sc ritu ra «cristificándola» cada vez más, y estab leciendo en sí p lenam en te el reino de Dios. Luego, será la acción p rop ia de cada uno la que in stau re ese reino en el mundo, al tiempo que in te rio riza rá al individuo mismo. Todo esto, p rop io de la esp iritua lidad o conciencia esp iritual general, debe e n tra r en la esp iritua lidad laical. Pero con una me­ d iación secundaria p rop ia que le d a rá su figura, su conciencia es­ p iritua l. 2.—Lo ESPECIFICO DE LA ESPIRITUALIDAD (CONCIENCIA ESPIRITUAL) LAICAL. Según lo dicho, Cristo, ún ico Mediador, es el cen tro tamb ién de la esp iritua lidad laical. Po r eso, la suya, la conciencia esp iritual del laico, es an te todo esp iritua lidad «cristiana» única. Lo esencial p a ra ellos, laicos, es «una fides, una spes, una caritas, una v ita ch ristiana in Ecclesia». Y es que la subsistencia de la vida c ristiana es igual p a ra todos: Unidad p ro funda de la vida p rop ia en el m isterio pascual de Cristo. Pero, ¿cuál es, entonces, la figura que colorea la esencia propia de la espiritualidad, o de la conciencia espiritual del laico? Es la «mediatio secundaria», pa rtic ip ad a y realizada en la h is­ to ria, o en el mundo h istó rico , comprend ido como vida social y como natu raleza. En ese mundo h istó rico , «mediatio concreta», debe el laico, a través y en su p rofesión p rop ia, in tram undana , h a lla r el o rden es­ p iritu a l que lo in troduzca y lo in te rio rice en la vo lun tad salvífica o reino de Dios. Y esto siem p re en y desde su vida existencial hum a

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